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Los estratosféricos «ocho noventa» de Bob Beamon en Méjico cumplen cuarenta años

A los ocho años saltaba todo lo que se le ponía por delante. A los 22 años voló hasta los ocho metros y noventa centímetros. Se llamaba Bob Beamon y hoy hace 40 años entraba en la historia mayúscula del olimpismo con un salto que tardaría 23 años en ser superado.

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Joseba VIVANCO

Afirma el periodista Dik Shaap, autor de la biografía ``The perfect jump'' (El salto perfecto), que la noche anterior a la final olímpica de salto de longitud, Bob Beamon mantuvo relaciones sexuales, algo que nunca había hecho antes de una competición. La razón es que no se veía con posibilidades de optar a una medalla. No en vano, ese día, en las clasificatorias, después de dos saltos nulos, la sugerencia de un compañero de equipo de que talonara unos centímetros antes, le valió para hacer 8,19 metros en su definitivo tercer intento y acceder a la gran final.

18 de octubre de 1968. Juegos Olímpicos de Méjico. Estadio Olímpico. Bob Beamon (South Jamaica, Nueva York, 1946) llegaba a la capital mejicana tras haber ganado ese año en 22 de las 23 pruebas de salto en las que había participado. ¿Favorito? Para nada. Frente a él, los últimos tres medallistas olímpicos en Tokio´64, entre ellos el recordman mundial, con 8,35 metros, el soviético Igor Ter-Ovanesyan.

Las mejoras del récord mundial de longitud desde 1901 tenían hasta entonces una media de 0,06 m, siendo la mayor de ellas de 0,15 m. Amezaba tormenta, el viento estaba por debajo del máximo permitido de 2 m/s. Beamon, con el dorsal 254, iniciaba su carrera hacia el foso de arena. Eran las 15.46 horas. Tras diecinueve zancadas y una batida perfecta, armado quién sabe si con las sandalias aladas del dios Hermes o con unas zapatillas deportivas de siete leguas, lograba catapultarse hasta más allá del medidor óptico utilizado en la época.

Beamon volvió a saltar, pero esta vez de alegría. Aquel brinco le aupaba casi seguro hasta lo más alto del podium. Pero desconocía la marca. Los jueces, sorprendidos, tuvieron que echar mano de un viejo metro de metal. Unos minutos después, y verificada la velocidad del viento dentro de la legalidad, comunicaban la marca: 8,90 metros, ¡55 centímetros más que el récord anterior! Cuando se lo tradujeron a pies y pulgadas, Beamon casi se desvanece.

Una marca estratosférica, un salto del siglo XXI: el vuelo de Bob Beamon sobrepasó el propio espíritu olímpico. La altura (2.277 metros) y el viento que rozaba lo permitido tuvieron mucho que ver. Pero hoy, justo 40 años después, sigue sobrevolando cierta duda sobre ese viento real en el momento del salto y si una ráfaga aliada le empujó en el momento oportuno. Pero lo cierto es que Beamon tuvo que poner de su parte, porque desde entonces, apenas en cuatro ocasiones se ha conseguido superar dicha marca con el viento por encima de los 2m/s.

Aquel `ocho noventa' se convertiría en el récord más longevo de la historia del atletismo. No fue hasta veintitrés años después, en 1991, cuando Mike Powel planeó hasta los 8,95 metros, si bien para lograrlo necesitó del acicate de competir contra el mejor saltador de todos los tiempos: Carl Lewis, que se estiró ese día hasta los 8.91.

¿Y qué fue de Beamon? Pues lo principal es que después de aquella hazaña fuera de su tiempo no logró acercarse a ella ni de lejos. En los dos años siguientes no superó siquiera los 8 metros. Se retiró con 24 años, falto de motivación, y vivió más de la fama que del dinero. Formó parte de un equipo de baloncesto, siguió como entrenador de salto, se dedicó a la venta de fincas, incluso participó en una película. Hoy sigue ligado al mundo del deporte y del olimpismo.

La verdadera fotografía del salto

La imagen del salto de Bob Beamon se ha reproducio desde 1968 en carteles, libros, sellos... Y, sin embargo, pocos saben que la gran mayoría de esas fotografías no se corresponden con el salto del 8,90. No es que muchas veces la imagen sea de algún otro de sus cinco saltos en Méjico, sino que algunas ni siquiera son de esa fecha y hasta se reproducen fotos que no son ni de él.

Las verdaderas imágenes del mítico salto son aquellas en las que Beamon aparece utilizando la técnica de los brazos por fuera de las piernas al caer (en su segundo salto en la final lo hizo con los brazos entre las piernas), la marca de sus zapatillas era Adidas (el día anterior habia utilizado Puma) y no calzaba medias al saltar (para su segundo salto se puso unas medias negras).

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