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Poesía y nieve sobre el escenario

«Creo que este espectáculo vivirá aunque yo ya no esté en este mundo»

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Itziar AMESTOY

Slava Polunin explica que en «Snowshow» lo que importa es el ambiente interior que vive cada espectador. Se representó por primera vez en 1993 y desde entonces no ha dejado de ilusionar con la tormenta de nieve que ha recreado en teatros de todo el mundo. Nieva y sopla el viento, una gran tela de araña cubre al público que enternecido observa todo lo que ocurre delante de sus ojos... comienza «Slava's Snowshow».

Desde el miércoles esta función mágica está en el Teatro Arriaga, por lo que el público de Bilbo puede vivir su increíble puesta en escena. Sin palabras, porque son mucho más limitadas que los gestos, aparecen en el escenario los clowns que se valen de todas las trampas del teatro y el circo para maravillar a los asistentes. Además de la ternura que despiertan, acompañada siempre de música, Slava utiliza todo tipo de efectos, haciendo incluso que nieve dentro del Arriaga o lanzando enormes balones sobre el público. Más de dos horas de entrañable función que hacen regresar los sueños de la infancia.

Se ha escrito que su concepto de clown se inspira en Beckett, Stanislavski o Meyerhold, pero ¿cómo lo describiría usted?

Lo que hago es teatro visual, cada escena es un cuadro. Los actores tienen completa libertad, así que se aleja de la pantomima. No hay palabras. En definitiva, diría que es clown surrealista o poético.

¿Podría explicar el significado de «Slava's Snowshow»?

Es muy difícil explicarlo con palabras, sólo lo sé interpretar. El lenguaje gestual es mucho más rico que las palabras. Una misma manzana tiene multitud de significados, desde ser comida para un niño, una casa para un gusano o una tentación para Eva. Decimos tanto sin hablar, que al final, nadie se da cuenta de que hemos estado callados.

¿Hay tantos «Snowshows» como espectadores?

Efectivamente, porque si hay diez personas viéndolo serán diez espectáculos diferentes. Cada uno vive una cosa.

El significado de la nieve misma, eje de la función, es antagónico del norte al sur.

Para empezar, es un símbolo de mi país. Es algo horroroso y maravilloso a la vez. Nos puede recordar a un juguete para los niños, o a un vestido de novia, incluso es símbolo de muerte. En el norte, tiene que ver con la resistencia al mundo. Para mí, es el recuerdo del mejor juguete de la infancia. La función acaba con una tormenta de nieve, una tormenta que limpia, que se lleva todo, lo que has querido y odiado a la vez.

Cuando ve el espectáculo en DVD o reflejado de fuera, ¿cree que se capta la esencia?

En absoluto, es sólo una sombra de lo que pasa. Lo más importante del espectáculo es el ambiente. La gente viene a ver este espectáculo decenas de veces para volver a experimentarlo.

¿Tiene un hilo argumental?

Si en los sueños hay consecuencias y lógica, sí que lo hay.

Muchas veces cuando se intenta compartir un sueño, las explicaciones se pierden por la ausencia de lógica racional.

Al empezar con una función sí tienes un argumento a explicar. Pero después dejo que el argumento se vaya diluyendo, para que el público sea creativo. Personalmente, en el transcurso de la función, cojo el argumento, lo dejo y empiezo con otra cosa. La intención es que sea como la nubes en el cielo, en las que las formas van cambiando, se juntan unas con otras...

¿La música ha variado desde que se estrenara?

El que se encarga de la música es el director de sonido. Él tiene absoluta libertad para cambiar las cosas. A veces, en medio del espectáculo escucho canciones que no había escuchado antes.

¿Por qué que pide a sus actores que no hagan reír al público?

El espectáculo tiene un sentido filosófico profundo. Cuando hacen reír con los gestos, confunden al espectador porque puede desviar la atención de lo que realmente es importante.

Después de tantos años recorriendo países con este espectáculo, ¿se imagina su vida sin él?

He hecho treinta espectáculos a lo largo de mi carrera y la mayoría han vivido más de diez años. A lo largo de ese tiempo yo amaba estos espectáculos y tenían un misterio que resolver. Hasta que yo no deje de amarlos y sigan teniendo un interés, van a seguir caminando. Con este tengo una relación especial, porque están las mejores ideas de los espectáculos que he hecho hasta ahora. De hecho, creo que el espectáculo seguirá viviendo aunque yo ya no esté en este mundo, a juzgar por la reacción del público ruso, a donde vamos todos los años en febrero. Siempre viene el mismo público a verlo, una y otra vez. Y si un año no voy, me llegan muchísimas cartas pidiendo que vaya, reclamándomelo. Necesitan de la función para recargar energía.

A juzgar por el público ruso, a donde vamos todos los años en febrero, siempre viene el mismo público a verlo, una y otra vez. Y si, de repente un año no voy, me llegan muchísimas cartas pidiendo que vaya, reclamándomelo. Necesitan de la función para recargar energía.

«Mi misión es representar a los niños en el mundo de los adultos»

¿Considera que el espectáculo exige, de alguna manera, que los adultos vuelvan a ser niños?

No es que de alguna manera, es así exactamente. Todos, hasta los más mayores, salen del espectáculo con una edad de ocho años, como máximo. Al final, todos se empujan, saltan, incluso empujan a los niños de la sala para coger las pelotas.

¿Está de acuerdo con la afirmación de que usted es el espía de los niños en el mundo de los adultos?

Estoy muy de acuerdo. Es más, es mi misión es representar a los niños en el mundo de los adultos y protegerlos de éstos. Creo que los adultos están equivocados: piensan que saben cómo vivir, cuando los que realmente lo saben son los niños.

¿El público es responsable de que la función vaya bien?

En cualquier espectáculo es importante. En nuestro caso, si el público es bueno dura dos horas y media, pero sino, podemos hacerlo en una hora. Si el público tiene talento, sale bien.

¿El público no tienen algo de vergüenza cuando se convierte en el protagonista de la función?

En mi caso, el público vive su transformación de una manera íntima. Nunca ponemos a la persona a la vista de todo el mundo. También cuando enseño, no hago exámenes, de la misma forma que los clowns nunca saben cuándo estoy preparándome para el espectáculo. Todo pasa en el interior, muy orgánicamente. En este sentido, cuido mucho a los clowns para que no se sientan solos y lo mismo hago con el público. I A.

 
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