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Antxon Mendizabal economista

Venezuela 2008

Venezuela es en la actualidad uno de los espejos en los que se miran los proyectos de construcción de un modelo socialista moderno en el contexto de la globalización. El autor analiza en profundidad los numerosos aspectos positivos de la transformación que propugna Chávez, pero se fija también en los puntos más débiles, concluyendo que, como todo proceso vivo, se enfrenta a contradicciones a solventar.

La situación actual de Venezuela está marcada por una experiencia de transformación social dirigida por Chávez. Un faro que se abre paso en el oscuro y brumoso mundo dominador de nuestra globalización. El objetivo fundamental es la transformación de la sociedad venezolana hacia el socialismo. Este objetivo singular va acompañado de un gran proyecto bolivariano que trata de unir América Latina en un gran proyecto nacional y antiimperialista, que le permita emerger como un gran bloque económico-político en el nuevo contexto geoeconómico y geopolítico mundial. En el horizonte está por tanto, con el acompañamiento del simbolismo de la lucha por la independencia contra España y de la figura de Bolívar, «la segunda independencia». Una segunda independencia, en la que Venezuela recupera el simbolismo impulsor de la primera y se convierte de nuevo en el motor de la independencia definitiva de América Latina.

El proceso de transformación bolivariano de Venezuela mantiene aspectos diferenciales sobre el histórico socialismo real. Estos aspectos diferenciales le diseñan como una experiencia genuina y de una gran fuerza transformadora.

Para empezar, la idea-fuerza del socialismo del siglo XXI invita a la reflexión, provoca la necesidad de repensar y analizar las experiencias del socialismo histórico, al objeto de detectar sus contradicciones, limitaciones, y sobre todo las nuevas tendencias estratégicas de los nuevos proyectos sociales y políticos. Ello es un soporte teórico para el avance en la construcción de la teoría de la transición socialista, el desarrollo de las ciencias sociales y la teoría de la emancipación humana.

También tiene un papel central la apuesta por la democracia participativa, con el objetivo preciso y expreso de estructurar el poder del pueblo. Se trata en este sentido de impulsar un sistema de «misiones» que a través de la administración del Estado organizan el voluntariado de los barrios (con presupuesto propio) para solventar las necesidades de vivienda, salud, alimentación, limpieza, seguridad, etc. Asimismo, los «Consejos Comunales» representan estructuras de autoorganización popular para debatir las necesidades, articularse con los poderes institucionales y plantear soluciones. Todo ello articulado con el sistema clásico de alcaldes y concejales tradicionales que compiten en competencias y parcelas de poder con la nueva estructura social e institucional.

La autoorganización de los desempleados y sectores populares en la batalla de la producción ha creado 240.000 cooperativas con el objeto de superar la cultura del mendigo y de la dependencia y comprometer a los sectores populares, en condiciones nuevas, a una batalla en el terreno de la iniciativa productiva, que hasta la época actual ha sido el ámbito exclusivo de la clase empresarial. Se trata de producir para solventar las necesidades sociales y de crear empresas eficaces capaces de generar recursos e implementar un desarrollo auto-sostenido. Un desarrollo cada vez más integral, auto-sostenido y social.

Es evidente que una movilización de este tipo, en el terreno de la producción, y asentada en el voluntarismo no puede alcanzar el éxito empresarial. Hoy, estamos en la etapa de la revisión. De las 240.000 cooperativas iniciales, cerca de 30.000 tienen el diploma de «cumplimiento». El resto adolece de considerables dificultades. Personalmente, tampoco creo que el citado «cumplimiento» simbolice el éxito empresarial. No obstante, los sectores populares han aprendido la praxis. Y saben mucho mejor las lógicas que dominan la realidad económica y social de los procesos productivos. Estamos pues en los albores de una segunda fase, en la que en base al activo de la experiencia y del conocimiento adquirido, se puede plantear la construcción de un sector cooperativo y estatal, controlado por los trabajadores y mucho más eficiente y productivo.

La búsqueda de la construcción de la «propiedad social» persigue superar la identificación estructural del socialismo real entre construcción socialista y propiedad estatal. Se trata en este sentido de configurar un conjunto de figuras jurídicas nuevas y un conjunto de formas de propiedad que se articulan entre ellas: empresas privadas, empresas cooperativas, cooperativas del estado, núcleos de desarrollo endógeno, empresas de producción social, empresas de propiedad social, etc. La idea es articular con éxito el sentimiento de pertenencia que provoca la implicación e identificación de los trabajadores con el proyecto, impulsando la eficacia productiva, con los intereses sociales y generales de la comunidad, región, o país. Se trata, de manera más precisa, de crear un desarrollo cooperativo que desarrolla a su vez la comunidad y los intereses sociales globales.

No menos importante es el apoyo a la supervivencia y al desarrollo de los pueblos originarios de Venezuela. Los nuevos currículum educativos, la creación del Instituto Nacional de Idiomas Indígenas y la reciente ley para el desarrollo de las lenguas indígenas de los pueblos originarios, enmarcan el proyecto en esta área fundamental de la alteridad humana. La ley descrita y el diseño planteado suponen avances significativos para superar los Estados-Nación criollos e imperialistas creados con la primera independencia. Junto con la experiencia boliviana, ello convierte a Venezuela en un país pionero en la recuperación de la identidad americana. Queda por demostrar la perdurabilidad de la nueva orientación, la extensión del proyecto de las comunidades indígenas al mundo afro y la factibilidad real de todo el proceso.

Hay sin embargo aspectos oscuros en el devenir venezolano. Así, el diseño de transformación realizado es un diseño teórico que funciona con muchas dificultades en el mundo real. La sociedad venezolana hereda una cultura de supervivencia y dependencia. Las carencias en la responsabilidad, la «búsqueda del puesto» y del poder personal, las soluciones sectarias y violentas ante las diferencias ideológicas, la actividad política de la derecha endógena y otros, bloquean y corroen desde dentro el desarrollo de la experiencia venezolana.

Asimismo, el diseño es extremamente dependiente de una persona de gran valor personal, de grandes cualidades morales y de una enorme intuición como es Hugo Chávez. Pero la ausencia de cuadros, la carencia en la formación ideológica, las luchas por parcelas de poder, la irresponsabilidad antes planteada y la herencia de los sistemas de funcionamiento jerarquizados, muestra puntos flacos que pueden quebrar el proceso.

Si es cierto que hemos avanzado cualitativamente en los procesos que afectan a la emancipación del mundo afro y de las comunidades indígenas, no es menos cierto que la herencia ideológico-política del estado-nación y la apuesta por soluciones coercitivas para defender la identidad territorial y otras cuestiones, plantea un gran interrogante respecto a la cristalización de las medidas territoriales y políticas que están en la base de la recuperación y emancipación del mundo afro-indio.

En definitiva, Venezuela es hoy una referencia mundial en la lucha por la emancipación humana, y está aportando praxis y reflexiones decisivas para la revitalización del socialismo. Las dificultades y contradicciones del proceso son también inherentes a los procesos reales. La labor hoy de los que aquí luchamos por la creación de una república socialista vasca, es aprender de ellos y apoyar su proceso. La ternura, el calor y el color del pueblo venezolano son la base y nuestra gran aliada en este proyecto.

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