Correr alegremente a meter dinero en cualquier grieta que se forme en el muro del castillo económico de las personas poderosas es volver a condenar a la miseria a muchas otras personas, entre ellas aquellas que luchan por tener al menos un trozo de tierra para cultivar y mantenerse con vida. Es, a la vez, un hondo insulto para las personas que han sido asesinadas luchando precisamente por sobrevivir, personas que luchan para vivir y no para mantener coches de lujo, pisos esparcidos por el mundo, comidas de lujo...

¿Alguien sabe cuántas personas han muerto ya en América Latina por querer un plan de rescate que les diera, simplemente, los medios para sobrevivir día a día? A ninguna de las personas sin tierra les ha llovido dinero del cielo ante la crisis que les amenaza diariamente en forma de hambre y miseria. A estas personas solamente les llueve la muerte. El único plan de rescate es eliminarlas.

En noviembre se iniciará el juicio por el asesinato, hace poco más de un año, del líder del Movimiento Sin Tierra (MST) Valmir Motta de Oliveira, conocido como Keno. El 21 de octubre de 2007 gente de Vía Campesina y el MST ocuparon una finca de 127 hectáreas en manos de la empresa suiza Syngenta en el estado brasileño de Paraná. Syngenta empleaba la finca para experimentar con cultivos modificados genéticamente.

El MST quería que se empleara para que la gente hambrienta de la zona cultivara y produjera sus propios alimentos. Sin empresas multinacionales y sin transgénicos, con semillas, recursos y conocimientos locales. La empresa privada de seguridad NF Segurança mató a Keno al realizar un desalojamiento violento en extremo de la finca de Syngenta.

Únicamente tres días antes, grupos de derechos humanos de Paraná habían presentado un dossier de evidencia a la comisión de derechos humanos del Estado detallando las actividades de los grupos de hombres armados financiados por terratenientes y empresas agrarias transnacionales como Syngenta. Tras una investigación inicial fue revocada la licencia de NF Segurança... revocación que llegó tarde para Keno y que, de todos modos, ha quedado sin efecto al estar recurrida.

¿Habrá un juicio justo por el asesinato de Keno? Todo indica que penden enormes interrogantes sobre el particular, hasta el extremo de que Amnistía Internacional está haciendo llamamientos para que se garantice un juicio correcto. Por su parte, el juicio social ha sido claro y el fallo contundente. No hay más que ver el hecho de que, a un año de la muerte de Keno a manos de hombres armados pagados por Syngenta, dicha empresa ha renunciado a la finca y sus experimentos transgénicos y las 127 hectáreas pasan al Gobierno de Paraná, quien promete, ahora, usar la tierra para la producción de semillas locales para distribuir al pequeño campesinado.

Syngenta ha sido condenada por la gente del campo y de la calle, de Paraná y de muchos otros lugares. Y las inyecciones económicas no le ayudarán a rescatar su buen nombre.