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Infiltrado en una célula islamista

«Red de mentiras»

El cine de espías actual apunta hacia la amenaza islamista como sustitutivo del papel jugado por los soviéticos durante la Guerra Fría. Ridley Scott combina el thriller de acción con el político para escenificar las operaciones de la CIA en Oriente Medio, con Russell Crowe como el cerebro que las planifica y Leonardo Di Caprio, quien las ejecuta.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

El frenético ritmo de producción que impone Ridley Scott nos obliga a hablar de su cine con una reiterada frecuencia, porque cada vez produce o dirige más películas y series televisivas. Es de esos cineastas que no dan tiempo a la reflexión o al análisis de su obra, lo que obliga a resumirla con el socorrido calificativo de «irregular». No es tan fácil, incluso sería más justo reconocer que se llega a perderle la pista, por más que se quiera reducir todo a una cuestión de servidumbre comercial. Pero los números no siempre explican el comportamiento del hombre que hay tras las cámaras, ya que rueda con muchas de ellas a la vez y sigue las imágenes a través de sendos monitores. Su hermano Tony, que es más joven, prefiere hacer directamente cine de acción, aunque rueda menos. Ridley, en cambio, vuelca todas sus energías en el trabajo constante, como para no darse cuenta de que entra ya en la vejez, pues este mismo mes cumple 71 años. Esa vorágine puede ser también una forma de evitar que la industria le devore con sus exigentes cifras, que es lo que les ocurre a otros directores con menos recorrido que se quedan paralizados ante los malos resultados en taquilla de su última película.

Cuando salieron las recaudaciones de «Red de mentiras» Ridley Scott ya estaba trabajando en otros proyectos, del mismo modo que en el momento de empezar a rodarla dejaba aparcados otros tantos. Estoy convencido de que no se ha parado a pensar en si el estreno ha cumplido las expectativas, tarea de la que ya se ocupan los ejecutivos de la Warner, quienes consideran que han perdido dinero. «Red de mentiras» recaudó en el primer fin de semana en la taquilla norteamericana unos muy discretos trece millones de dólares, apareciendo en tercer lugar en la lista por detrás de «Quarantine», el remake de la terrorífica «Rec», y de una comedia tonta sobre una mascota de Beverly Hills. Para el cineasta no existe la posibilidad material de asumir dicho fracaso, al tener ya varias películas y producciones televisivas en marcha. Tiene pendiente la superproducción épica «Trípoli», además de las cintas de ciencia-ficción «Monopoly» y «Gucci», a cada cual más costosa. Conociendo su forma de trabajar, es más lógico que antes se ponga con el thriller de consumo medio «Child 44» y la adaptación televisiva de la novela de Ken Follett «Los pilares de la tierra». Y, por si todo eso no fuera poco, está programado ya para inicios del próximo año el rodaje de «Nottingham», su particular versión de las aventuras de Robin Hood, que acumula retraso debido a que trata de hacer algo original y el guión no acaba de resultar lo sorprendente que ha de ser.

Si todo sale según lo previsto «Nottingham» será la quinta colaboración entre el director Ridley Scott y el actor Russell Crowe, después de «Gladiator», «Un buen año», «American Gangster» y «Red de mentiras». Scott ha encontrado en el australiano al perfecto comodín, un intérprete capaz de transformarse físicamente a capricho. Para coprotagonizar «Red de mentiras» engordó 25 kilos, con tal de conseguir una caracterización de tipo fondón, rematada por un pelo canoso y con entradas. Es el sacrificado de la función, al dejar el lucimiento como hombre de acción para Leonardo DiCaprio, junto al que ya debutó en Hollywood con el western «Rápida y mortal». Han pasado trece años desde aquello, y ahora la pareja estelar se complementa a base de repartirse, nunca mejor dicho, los papeles. Di Caprio pone las piernas y el músculo, dejando para Crowe el aspecto sedentario como cerebro de las operaciones. El uno ejecuta los movimientos sobre el terreno y el otro, desde la distancia del despacho, los dirige.

El despacho y la acción

El equipo que componen Russell Crowe y Leonardo DiCaprio, en las respectivas funciones dentro de la CIA como asesor y agente encargados de misiones en el extranjero, marca el propio ensamblaje de una película que se mueve entre los diálogos y la acción. El primero se pasa el metraje dando ordenes desde un manos libres, lo que le permite atender asuntos trascendentales para la política internacional sin desatender sus quehaceres cotidianos. Al otro lado de la red se encuentra el encargado de recibir los mensajes, que siempre está metido en faena. El éxito de la película depende por tanto del equilibrio entre ambas situaciones, aunque no han faltado críticas que opinan que «Red de mentiras» se queda a medias, por no profundizar en el contenido político sin llegar a decantarse tampoco por el thriller de acción total.

Sin embargo, da la impresión de que la moderación no garantiza la conexión con el público norteamericano en estos temas, pues las películas sobre los conflictos en Oriente Medio no gustan en los Estados Unidos, las dirija quien las dirija. Pero la coyuntura hace que la Guerra Fría haya sido sustituida en la mente de los guionistas por la amenaza islamista a partir del 11-S, sin que los espectadores norteamericanos logren acostumbrarse a ello, lo que equivaldría a tanto como superar sus miedos de forma definitiva. Ahora bien, Scott se ampara en esos temores para justificar la ideología conservadora de su película, argumentando que si se quiere protección y seguridad, alguien tendrá que hacer el trabajo sucio, sobreentendiéndose que eso incluye los vuelos y las detenciones ilegales, las torturas y demás violaciones de los derechos humanos.

Esta vez Ridley Scott se mueve en un terreno resbaladizo, considerando que en «Black Hawk derribado» pisaba firme al accionar dentro del género bélico por entero, ya que se trataba de la recreación de una operación militar en Somalia. De hecho, quería volver a hacer algo parecido con «Trípoli» desde el punto de vista histórico, al transcurrir en el Líbano de principios del siglo XIX. El asunto del espionaje y la guerra contra el activismo islamista lo iba a abordar por primera vez de lleno en «The Invisible World», un thriller protagonizado por Angelina Jolie y escrito por David Ignatius, que se quedó sin ver la luz. Es posible que la suspensión de ambos proyectos le animará a aceptar el encargo de la adaptación de otra novela del mismo Ignatius, una vez que la Warner se hizo con los derechos de «Body of Lies» a toda prisa. Las conexiones con el mundo árabe no terminan ahí, habida cuenta que el guionista elegido como adaptador ha sido William Monahan, con quien preparaba «Trípoli» y con quien ya colaboró en «El reino de los cielos», que trataba sobre las cruzadas. Monahan ha debido cambiar la perspectiva histórica de la lucha entre cristianos y musulmanes por una más actual, con un agente de la CIA que se infiltra en una célula islámica que opera en Jordania, y que se supone prepara atentados a gran escala. Para hacer creíble su cometido de yanqui introducido en ambientes jordanos, y partiendo de que las localizaciones corresponden a Marruecos, Leonardo DiCaprio tuvo que aprender a manejarse en árabe con cierta soltura y mostrar pintas de cooperante.

 

Las escenas eliminadas y su posible recuperación

A Ridley Scott le suele gustar incluir las escenas eliminadas del montaje comercial de sus películas en el DVD, bajo la denominación genérica de «montaje del director». Con «Red de mentiras» va a tener difícil recuperar el dialogo integro que hace una referencia irónica a la película «Poseidón» de Wolfgang Petersen, ya que es también propiedad de la Warner, y a sus ejecutivos no les ha hecho ninguna gracia. Puede que sí salve de forma muy rentable las secuencias de sexo que DiCaprio comparte con la actriz holandesa Carice Van Houten, y que han sido cortadas por cuestiones ajenas a la censura. Mikel INSAUSTI

MARRUECOS

La acción transcurre en cien emplazamientos diferentes. Pero, debido a que no era posible rodar en cada uno de los países, escogieron Marruecos para sustituir la mayoría de los escenarios de la película.

BASADO EN

El guión lo ha escrito William Monahan, el mismo de «Los infiltrados», de Martin Scorsese, a partir de una novela del periodista David Ignatius, columnista del diario «Washington Post», quien publicó su obra el año pasado.

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