CRíTICA cine

«Apaloosa»

Koldo LANDALUZE

En esta su segunda experiencia como cineasta, Ed Harris ha apostado por las reglas clásicas de un género  que, con el paso de los años, se ha convertido en refugio creativo de diversos autores que han encontrado en el western un vehículo oportuno para reencontrarse con las raíces del cine y, por extensión, de un modelo de vida y cultura alejado de los cánones actuales.

“Appaloosa” se sitúa entre los grandes logros del género porque en todo momento sigue, estrictamente, cada uno de los arquetipos del western y todo ello queda evidente en el particular código de conducta que impera en la relación que se establece entre los dos mercenarios de la ley encarnados por el propio Harris y Mortensen. Ambos saben que su oficio linda con la muerte y la recompensa y para que prime la segunda opción, es necesario que su primitivo y básico código de conducta no se resquebraje. La irrupción de una mujer en sus vidas dará un paulatino giro a su complicidad laboral lo cual, tal y como lo advierte el personaje de Mortensen, determinará el fin de una relación que no admite duda alguna.

Filme pausado y contundente, “Appaloosa” descansa en la labor de unas caracterizaciones perfectas en las cuales impera la rudeza de unos perfiles y diálogos que no requieren demasiadas palabras. En mitad de este fuego cruzado, se sitúa una Zellweger que sabe plasmar el complejo papel que debía asumir cierto modelo de mujer en este microcosmo salvaje gobernado por hombres poco dados a las emociones. La excelente química entre Mortensen y Harris adquiere su dimensión verdadera cuando, antes de que hablen las pistolas, entablan charlas sosegadas y monosilábicas encaminadas a dar sentido a su confianza. Como contrapunto a estos mercenarios, se sitúa la presencia temible de un Irons contundente y que nos aproxima la mentalidad de aquellos caciques locales que utilizaban todo tipo de recursos para imponer su gobierno en una sociedad que, todavía, se estaba gestando.