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Raimundo Fitero

La deuda

El presidente electo de Ecuador, Rafael Correa, asegura que la deuda externa de su país es «inmoral». Le añade unos cuantos y rítmicos adjetivos más, pero el que mejor se ajusta a los tiempos es el de inmoralidad. Si las cuentas que nos ofrecen no mienten, debería pagar a diferentes entidades bancarias unos treinta millones de dólares, y se niega por problemas bastante obvios, entendibles por todos los seres de buena voluntad y un mínimo de raciocinio exento de radicalismo capitalista.

La deuda externa de muchos países en vías de desarrollo, o dicho de otro modo todo lo que significa la política económica imperialista del Banco Mundial y del FMI, que son parte fundamental de la crisis universal que atravesamos, forma parte de los conflictos a resolver sin dilación, porque no se puede ahogar a un país como Ecuador (y otros que en breve irán apareciendo en el escenario), y por ende a sus habitantes, para que paguen unos intereses de unos préstamos utilizados para asuntos de urgencia humanitaria y a la vez, se estén inyectando millones de dólares a los mismos bancos que exigen cobrar. Leamos de nuevo a Marx. O descubrámoslo, que hace mucho nos dio las pistas para comprender la situación actual.

Aparece en nuestros noticiarios con decisión el presidente Correa, y las voces de acompañamiento intoxican. Lo encuadran en un eje del mal junto a Chávez y Morales, y no se dan cuenta los propios intoxicadores que están describiendo una posibilidad factible, que unos países están empezando a decir basta, y que en todos ellos existen casualmente recursos energéticos que han sido expoliados por los mismos que ahora les quieren cobrar una deuda creada por ellos mismos. Son los que van a abrir la brecha en el sistema asfixiante, son una esperanza y atesoran demasiadas razones como para que no se les escuche como se merecen.

Mientras tanto van apareciendo nuevas noticias de hundimientos de entidades, de estafas realizadas por «ejemplares» financieros, se va demostrando que el sistema se fundamenta en unas bases donde la corrupción es el principal ingrediente y que solamente beneficia a los mismos de siempre. La deuda no existe.

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