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CRíTICA teatro

Sueño de letras

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Carlos GIL

El pequeño mundo que se puede encontrara en un tren metropolitano está aquí representado por personajes de diversas comunidades, países, etnias. Una avería en el servicio hace que en esa estación las ilusiones, los recuerdos, los sueños de una niña rumana se vayan dramatizando, apareciendo y desapareciendo, a través de un juego con las letras y las palabras que con ellas comienzan. Un juego que los espectadores ya han visto en la entrada al teatro, con un personaje que se dedica a contar historias a partir del abecedario.

La relación con el resto de los pasajeros -limpiadoras, operarios, todos ellos emigrantes de diversas partes del mundo como la protagonista, de nombre Nadia, para recordarnos a uno de los iconos históricos de la explotación de una niña, por Nadia Comaneci, campeona olímpica e imagen involuntaria de un régimen autoritario-, nos va dibujando un mundo cargado de reminiscencias, de recuerdos, de nostalgias de una vida que se ve arrancada de sus raíces y que descubre que en todos los lugares los niños, los adultos, las personas sueñan, mienten, sufren, aman de igual manera.

La propuesta de Hortzmuga hace del texto un cuento esperanzador, con una estética muy marcada por la mano de Jose Ibarrola que le dota de una limpieza destacable, además de establecer unos códigos cromáticos fantasiosos. La banda musical que le dota de categoría. El equipo actoral crea unos personajes entrañables y reconocibles. Se trata de una propuesta elegante y concisa, sin estridencias, que ayuda a reflexionar.

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