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Gargantúa y Pantagruel

Ines INTXAUSTI | Crítica de televisión

La televisión se nutre de provocar nuestros placeres más inmediatos de manera inconsciente y mantenernos firmes frente a la pantalla el máximo tiempo. Convendrán ustedes conmigo que comer es uno de los placeres inmediatos más extendidos. (Casi) todo el mundo habla de ello y lo hace a todas horas. Habla-de ello-mientras-hace-ello. Puede hacerse en lugares públicos. Con cientos de personas al mismo tiempo. Lo hacemos tres veces al día como mínimo. Algunos pican entre horas. Da un placer sin igual y solemos abusar de ello en numerosas ocasiones. A menudo somos invitados a participar sin prejuicio ninguno (cosa que no ocurre en otro tipo de orgías).

Al igual que ocurre con otras formas de placer se trata de tragar cosas... Nadie rechaza un buen plato. Pagamos por ello sin escándalo alguno (y con mucho placer). Y así seguiríamos hasta la hora de la cena. A excepción de algunas salvedades culturales que, como a Mac Luhan, directamente afectan a mi barrio global (el cerdo sarraceno ¿qué es eso?), la comida une a blancos y negros a lo largo y ancho del mundo excepcionando a los no tan bienaventurados y expulsados del reino de la red alimenticia.

La televisión, sin embargo, está dentro¯y bien dentro¯ de ella. La furia de los programas de cocina no ha parado. La connivencia de muchos de ellos ha hecho que hasta 12 diferentes se mantuvieran simultáneamente en la programación de las diferentes cadenas. Si a eso añadimos el detalle de que en muchos bares y establecimientos abrevaderos se ofrezca ininterrumpidamente el Canal Cocina 24 horas... ya me dirán ustedes. El otro día sin ir más lejos dos monjas irlandesas se bebieron una botella de güiski en directo que habían descrito en la receta como ingrediente a arrojar sobre una langosta que fue lo único sobrio del programa. Pero no olvidemos que todo esto lo empezó ETB y su catapultado Karlos Argiñano. Hoy EITB debería de dejar claro que para cocinar no hay mejor canal-es que el nuestro. (No en vano tiene cocineros (y frailes) en plantilla como H. Etxeberria).

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