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«La tendencia actual de la música contemporánea mira al eclecticismo»

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Antonio LAUZURIKA

Compositor

Antonio Lauzurika, alumno de Carmelo Bernaola y continuador de su labor pedagógica en el Departamento de Composición del Conservatorio de Gasteiz, es uno de los compositores vascos más interpretados en Euskal Herria, además de en numerosos ciclos contemporáneos de todo el Estado español. Su última obra, «Cuaderno de viaje», acaba de ser estrenada por la OSE.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

«Cuaderno de viaje» se estrenó el pasado viernes en Bilbo y hoy y mañana se podrá escuchar nuevamente en Gasteiz e Iruñea. Es también una de las obras escogidas para la futura gira por Italia de la Orquesta Sinfónica de Euskadi.

¿De qué trata la obra «Cuaderno de viaje»?

La música hace referencia al título de la obra e intenta ser una aproximación intelectual al concepto de viaje. Así, plantea un debate musical entre dos paisajes sonoros muy distintos, al principio y al final de la obra, de características casi opuestas. La música realiza un viaje entre ambos puntos, de una forma que se podría denominar plástica estableciendo una comparación con los paisajes que se atraviesan en un viaje real. Al final, la obra es casi como un amplio tema con variaciones, con constantes miradas hacia lo que ha ocurrido antes y lo que ocurrirá después.

La temática viajera es un clásico en la historia de la música occidental, y en viajes se han inspirado compositores de todas las épocas, como Mendelssohn o Saariaho. ¿Por qué cree que es una temática tan fascinante para los compositores?

Se me ocurre una broma, y es que, por contraste, los compositores nos sentamos a componer y no nos movemos durante días. Ahora en serio, la conexión que se me ocurre es que ambos, el viaje y la música, se desarrollan en el tiempo, y a lo largo del uno de la otra se plantean experiencias distintas, bien musicales o vivencias personales. El movimiento está en la base de ambas experiencias.

¿Este viaje suyo está basado en algún episodio autobiográfico?

No, en «Cuaderno de viaje», al introducir el término «cuaderno», he buscado marcar una cierta distancia con la experiencia del viaje, para no plantear la escucha desde un punto de vista demasiado descriptivo, sino como una evocación estrictamente musical de una experiencia ya pasada. El título es una metáfora que tiene una capacidad evocativa para la gente, pero no deben esperar una música programática.

La OSE suena de una manera particular. ¿Le ha marcado esta idiosincrasia sonora a la hora de plantearse el trabajo orquestal en «Cuaderno de viaje»?

A priori, no. No he pensado en al sonoridad particular de la OSE, sino en una orquesta en abstracto. Luego ya, con el trabajo práctico junto a la orquesta, que como siempre a los compositores se nos hace escaso por el tiempo que nos dedican los orquestas, sí que se han planteado algunos cambios sobre la partitura. Pero el acercamiento de la OSE a «Cuaderno de viaje» ha estado muy bien: la obra está entendida por los músicos y Andrés Orozco la dirige con soltura, así que el resultado es bueno.

En sus notas habla de un acusado tratamiento melódico en «Cuaderno de viaje». ¿Es una concesión al público o su lenguaje actual está evolucionando en ese sentido?

En la actualidad, existe en el mundo de la música contemporánea una tendencia muy general a recuperar cualquier tipo de elemento musical que durante las últimas décadas ha sido desechado por la vanguardia. Partiendo de la melodía, se han vuelto a recuperar las combinacioens armónicas de raíz tradicional. Eso, claro está, sin renunciar a los aspectos tímbricos y expresivos conquistados en al segunda mitad del Siglo XX. Digamos que todos los elementos se están introduciendo en un tipo de lenguaje musical que puede ser considerado ecléctico, en el buen sentido de la palabra.

¿Cuál es su posicionamiento con respecto al papel del público en la música contemporánea?

El de los compositores es un dilema extraño. Estamos totalmente condicionados por el mercado a hacer determinadas cosas y vender mucho o hacer otro tipo de cosas y no vender nada. Como los compositores que nos dedicamos a la música contemporánea apenas creamos mercado, la mayoría de nosotros escribimos la música que nos gustaría escuchar. Por supuesto que prefiero que al público le guste mi música, pero no es un condicionamiento de partida.

Ante esta falta de mercado, supongo que el que a uno le encarguen una obra es casi como un regalo caído del cielo.

Aunque en España hay bastantes orquestas, entre las comunitarias y las de las capitales grandes, y aunque algunas de ellas tienen una cierta política de estrenos, es verdad que los encargos son muy esporádicos. Así que es una suerte y un honor que una institución como la Orquesta de Euskadi me haya encargado esta obra. Además, que el título ha resultado ser premonitorio, porque me llevan de viaje en una gira de cuatro conciertos por Italia. En cualquier caso, que se programe música contemporánea en un concierto de abono de una orquesta es positivo, porque llegas a más gente y a gente más heterogénea, que quizá no sepa nada de este tipo de música o que ni siquiera sepa que va a escuchar una novedad. Es interesante llegar a una programación heterogénea, tanto para el público como para nosotros, que siempre estamos confinados en ciclos especializados.

Hace ya unos años que desapareció su maestro, Carmelo Bernaola, pero parece que su sombra sigue siendo alargada en la música vasca contemporánea. ¿Por qué fue Bernaola tan influyente en toda una generación de compositores vascos?

Yo lo veo todo como una coincidencia muy especial, porque cuando llegó Bernaola de Italia se juntó con un grupo de ocho jovencitos ávidos de recibir novedades, información, formación y estímulo. Bernaola fue una figura absolutamente primordial. Todos los que estuvimos un cierto tiempo con él nos dedicamos de una manera activa al mundo de la composición. Sin él, nuestros derroteros hubieran sido muy distintos.

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