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Profecía autocumplida

Tal y como estaba previsto, es decir, tal y como había avanzado el ministro de Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, el Tribunal Supremo ilegalizó ayer otras dos candidaturas vascas que pretendían concurrir a los comicios del próximo 1 de marzo en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. En vista de los anteriores procesos de ilegalización, teniendo en cuenta la paulatina reinterpretación de una norma que fue escrita ad hoc para acosar y marginalizar política y socialmente al movimiento independentista vasco, dejando de lado lo magro de las «pruebas» presentadas en esta ocasión contra Askatasuna y D3M... nadie que conozca los parámetros actuales del conflicto vasco puede sorprenderse de la decisión del Alto Tribunal español.

Nadie excepto, al parecer, el PNV. En este contexto no cabe otra que recordar las recientes acusaciones de Urkullu y Erkoreka denunciando una supuesta connivencia entre el Gobierno español y la izquierda abertzale en este terreno. Tampoco esa perspectiva es nueva, dado que en su época como portavoz del Gobierno de Ibarretxe Josu Jon Imaz ya afirmó que José María Aznar ayudaba a Batasuna al promover su ilegalización, a lo que añadía que «ni sus estrategas más optimistas imaginaban una situación tan favorable». Egibar, la voz supuestamente más abertzale de los jeltzales, ha defendido que la izquierda abertzale ya sabía lo que tenía que hacer para esquivar la Ley de Partidos, criticando iniciativas políticas legítimas y haciendo referencia a la presentación de «listas blancas». ¿Qué dirán ahora? ¿Qué harán?

Por otro lado, nadie que conozca la sociedad vasca con una mínima profundidad puede sostener que la decisión tomada ayer aporte nada positivo a la situación en Euskal Herria. Mucho menos aún a la resolución del conflicto político. También sabe que la izquierda abertzale estará de una u otra manera en las elecciones y, sobre todo, que no hay manera de enviar a ese sector social ni a la marginalidad política ni tampoco a la clandestinidad. Ésa podría ser otra profecía autocumplida, profecía que los candidatos a lehendakari en estas fraudulentas y antidemocráticas elecciones conocen, aunque lo nieguen.

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