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Maite Ubiria Periodista

A Sonia, Marie-Christine, Bárbara... a todas vosotras

Las palabras de Sonia Arenas me llegan con infinita más fuerza que cualquier anuncio sobre el 8 de Marzo. Su vivencia laboral en la cadena de ropa Zara gana en realismo a cualquier estadística. Informes a fecha fija que retratan en múltiples casillas otras muchas discriminaciones, pero que no arrojan gran luz sobre los motivos reales de esa persistente desigualdad. Y que tampoco explicitan las responsabilidades concretas, y hasta nominales, de los que nos gobiernan o contratan, que a veces son los mismos.

Es 8 de Marzo. Hablemos, pues hoy toca escuchar a las mujeres. Mañana los políticos se colgarán otros lazos en la solapa y se ocuparán de cosas mucho más decisivas, como la investidura del próximo lehen- dakari. Puesto que siempre ha ocupado un hombre. Por motivos naturales, como es sabido.

Hablemos, claro y fuerte, porque estamos ya un pelín hartas de que las instituciones se doten de institutos y departamentos «de chicas» para avanzar hacia una igualdad que nunca llega. Agradecemos el esfuerzo a todas sus trabajadoras, pero tenemos una mala noticia que darles: algo está fallando.

Es 8 de Marzo. Hoy no pueden llamarnos histéricas o atribuir a las hormonas nuestra protesta. Aprovechemos la ocasión para decir que las mujeres estamos hasta arriba de esa pléyade encorbatada que predica la igualdad mientras agasaja a «ciudadanos ejemplares» que o no contratan, o pagan menos o despiden con trampas a mujeres.

La historia de Sonia, tan cercana, se parece demasiado a la de Marie-Christine, cajera de una cadena de supermercados francesa, Attac, a la que despidieron porque en su tarjeta de fidelidad aparecía una cantidad no justificada de... 60 céntimos. La tacharon de ladrona. Un tribunal laboral acaba de darle la razón y ha dicho que su despido fue improcedente y vejatorio.

A Bárbara E., cajera de una gran superficie alemana, le han truncado 31 años de vida laboral porque en el arqueo faltaban... 1,30 euros. Juraría que, tras los regalos a los banqueros, en la caja de Sarkozy o en la de Merkel falta un poco más de dinero.

Frente al empalagoso discurso de que «avanzamos aunque más despacio de lo que todos desearíamos»... ¡Un abrazo a todas vosotras, compañeras!

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