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30 años del triunfo electoral que se estrelló con los hechos consumados

El Parlamento navarro celebrará el viernes sus 30 años. Un día después, en el Anaitasuna se denunciará que aquél fue el inicio de un fraude que sigue hoy. Los comicios se realizaron con un sistema inverosímil: el Parlamento no eligió al Gobierno que luego firmaría el Amejoramiento. Mientras, el Estatuto de Gernika arrancaba y el PSOE cambiaba de chaqueta. Así que el 3 de abril se ganó la batalla electoral, pero se perdió la guerra de la unidad territorial para tres décadas.

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 Ramón SOLA

Vistos desde la perspectiva actual, los mensajes de aquellos días resultan inverosímiles. Eran días en que el ministro de Gobernación de la UCD, Rodolfo Martín Villa, admitía que veía muy cerca la reunificación territorial vasca («Si yo fuera navarro, votaría la no-adhesión de Navarra a Euskadi», pedía). Eran días en que la campaña del PSOE en Nafarroa se basaba en aparentar que conformaría mayoría parlamentaria con quienes aspiraban a un referéndum sobre la cuestión. Eran días, en fin, en los que ``Egin'' titulaba en portada: «Navarra, otra vez, eje de Euskadi». Así abría el periódico el día después de los comicios del 3 de abril.

Aquella noche se había formado el primer Parlamento de Nafarroa posfranquista. Para muchos, más que una elección entre diferentes siglas se trataba de un auténtico referéndum. Un referéndum para otro referéndum. Si obtenían mayoría UPN y UCD, las posibilidades de preguntar a la ciudadanía, aunque fuera sobre la «incorporación», se difuminarían por completo. En caso contrario, se confirmaría la percepción social de que en Nafarroa eran más los partidarios de la unidad con el resto de Euskal Herria. Y esto fue lo que pasó: PSOE, HB, PNV e independientes sumaron 37 escaños por los 33 de UPN y UCD. No obstante, ``Egin'' matizaba ya que no convenía echar las campanas al vuelo: «La mayoría tiene la llave de la convocatoria del referéndum, que, de todos modos, se plantea como extremadamente difícil y peligroso porque vendría a ofrecer la imagen de una Navarra dividida en dos». Una división que, a la vista está, no amilanó a los impulsores de la partición.

El optimismo de aquellos días suena hoy a ingenuidad. Aquellos comicios se presentaban desde las formaciones de izquierda y abertzales como «la democratización» pendiente. El PSOE era quien menos locuaz se mostraba, y muy pronto se sabría por qué. Entre bambalinas se diseñaba un doble truco de magia que haría que las expectativas quedaran anuladas por la vía de los hechos consumados.

En Diputación, sin mayoría

El primer truco sorprenderá a cualquier persona que conozca el sistema institucional actual. El primer Parlamento de Nafarroa no elegía al Gobierno (por entonces aún llamado Diputación), sino que los siete miembros del gabinete se extraían directamente de las listas más votadas en cada merindad. Y no se trataba de una cuestión baladí, porque si los supuestos partidarios de la unión territorial iban a ser mayoría en el Parlamento, no ocurriría lo mismo en Diputación (UCD logró cuatro de siete «consejeros», el PSN uno, HB otro y la lista independiente de izquierdas Orhi Mendi el último).

Así las cosas, Jaime Ignacio del Burgo fue elegido presidente de la Diputación. El anterior gobierno, procedente del franquismo, ya había allanado el terreno para el futuro. Apenas dos semanas antes de llegar a las urnas se había filtrado la existencia de un proyecto de Amejoramiento. Resulta curioso comprobar en la hemeroteca que entonces apenas se dio eco a esta noticia; la maniobra se presentaba como una especie de «canto del cisne» que sería metida en un cajón por los partidarios de la unidad vasca si lograban mayoría el 3 de abril. Sin embargo, el invento del Amejoramiento iba a llegar hasta el final de la mano de la Diputación de Del Burgo y tras la preceptiva exclusión de los dos abertzales de su gobierno: Angel García de Dios y Jesús Bueno Asín.

Aquellos días también pasaron más desapercibidas de la cuenta las señales sospechosas lanzadas por el PSOE. La más evidente fue su negativa a convertir en alcalde de Iruñea a Patxi Zabaleta (HB), que era el líder de la formación más votada del bloque opuesto a la derecha españolista (el cargo se lo quedó Julián Balduz, del PSOE). También llamaba la atención que el diputado Jesús Malón no votara en contra de la investidura de Del Burgo, sino que se abstuviera. Y hubo otras cosas menores que también daban qué pensar, como la decisión de los diputados del PSE por Araba, Gipuzkoa y Bizkaia de formar un grupo propio en el Congreso español dejando aparte a sus compañeros navarros.

Tampoco se dio gran realce a las primeras declaraciones de Del Burgo como presidente de la nueva Diputación: «Trataremos de llegar a un consenso con el PSOE en el Parlamento Foral». Sin embargo, iban a marcar un camino que llega hasta hoy. El líder de UCD -luego en UPN y ahora en el PP- ya recalcaba aquel 12 de abril de 1979 que para que se produjera esa entente hacía falta ante todo una postura conjunta clara contra la unidad territorial, «y en este terreno difícilmente caben soluciones intermedias».

Ganar el Parlamento, por eso, no sirvió de nada si se había perdido la Diputación, que curiosamente se constituyó incluso antes que la Cámara, en otra prueba de la anomalía del sistema y del escaso valor real de aquel Parlamento.

El giro del PSOE hizo el resto. Pero esa historia es ya muy conocida. Aquel 3 de abril de 1979 todavía seguía mostrándose dispuesto a promover la reunificación territorial, aunque ya apuntaba que no era partidario de un referéndum en los cuatro años siguientes. Lo que ocurriría en realidad es que cuatro años más tarde el Amejoramiento del Fuero estaba aprobado, e impuesto sin refrendo ciudadano alguno.

El tren de Gernika parte

La otra trampa de la jugada se iba pergeñando en esa misma campaña electoral. Así, el 20 de marzo la Asamblea de Parlamentarios Vascos ratificó el borrador del Estatuto de Gernika. Los electos de la izquierda abertzale no acudieron al debate en señal de disconformidad con un texto que «no parará la guerra en Euskadi», según vaticinaba Telesforo de Monzón.

Lo curioso es comprobar que en la Nafarroa de 1979 tampoco suscitaban excesiva alerta los pasos dados por su cuenta en los otros tres herrialdes vascos. Los mensajes políticos en esa primera campaña electoral al Parlamento navarro confiaban en la opción de poder realizar el referéndum de «incorporación» previsto en la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución. Pero lo cierto es que Euskal Herria se rompía en trozos por la vía de los hechos consumados, como profetizó también Telesforo de Monzón. Por ejemplo, esos mismos días de abril la Asamblea de Parlamentarios Vascos aprobó unos criterios para la política lingüística que no incluían mención alguna a Nafarroa, como resaltaban medios abertzales con cierto estupor. Así iba a ser en lo sucesivo.

Aquel domingo 3 de abril, del que el viernes se cumplirán tres décadas, en Nafarroa se hablaba sobre todo de descalabro electoral de UCD. Muchos navarros partidarios de reunirse con el resto de los vascos desde una concepción marcada de izquierdas creyeron esa noche que se abría una puerta, pero con apenas 108.000 votos acumulados iban a ser UCD y UPN los que impondrían sus tesis, hasta el día de hoy.

mil votos

lograron juntos UPN y UCD, las dos únicas formaciones que afirmaban entonces estar a favor de la separación de Nafarroa del resto de herrialdes. Eso les bastaría para imponer sus tesis.

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