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Crónica | Concierto rock

Los cuernos del rockanrol braman furiosos en el bec de barakaldo

A nueve años de su anterior visita, no tan frenética como la actual, nada hacía presagiar que la magia de estos australianos aún tuviese tanto poder, pero estos eternos jóvenes están demostrando que su pacto con las campanas del diablo funciona de maravilla.

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Pablo CABEZA

La fiesta AC/DC comenzó el mismo día del anuncio de su actuación en el BEC de Barakaldo. La jarana tornó gris con todo el asunto de las entradas y el explosivo deseo de miles y miles de aficionados por ver al quinteto australiano, tan vivo como en sus noches más frescas. El viernes comenzaron a verse las primeras camisetas de complicidad con AC/DC por las calles de Bilbo y ayer fue el gran día para muchos, incluso para los cientos y cientos de aficionados que se quedaron sin entrada. El día salió plúmbeo y humedecido por leves cortinillas de sirimiri y nieblas bajas. Peliculeramente se podría decir que tocas las luces del día se reservaron para el estallido del BEC. En Termibus (centro de salida y entrada de autobuses de Bilbo) algunos aficionados duermen aún de mañana bajo el cobijo de banderas y trapos firmados por las siglas más famosas del jevi, AC/DC. De mediodía los hipermercados surten a los acedeceros con todo tipo de refrigerios y comida rápida de digerir. El ambiente de camisetas e indumentaria rockera se cruza con las camisetas de los seguidores del Athletic, que también en buen número esperan la hora del Athletic-Mallorca, y con los agresivos cucuruchos de los beatos, de procesión. A estas horas de aperitivos, por la zona del BEC sólo caminan los opositores a Osakidetza, que son miles y que no están para ruidos. Mientras tanto, comienzan a dejarse ver veteranos elegantemente vestidos de colegiales, pantalón corto y corbata, claro. Al atardecer se están concentrando ya diferentes culturas, clases y vidas, pero todas unidas por el rasca de estos fenómenos, los AC/DC. Con todo, en el exterior del BEC el ambiente es un poco tristón, pues predominan las vestimentas de uso común, los bocatas de tertulia y las litronas barrigudas.

Llega el tren

The Answer, presentan «Everyday demons», no es un grupo para un espacio tan amplio, pero suenan dignos. Sin embargo, y como cabía esperar, el público no estaba para otra cosa que no fueran las siglas. Así que entre el palique generacional de las gradas, la excitación del momento y los nervios de que llegaba la hora de los eisidisí, la mayoría pasando.

Como en el sexo, las ganas y la espera han disparado la libido de los aficionados. Están para explotar, pero por fortuna ya es la hora del éxtasis y nadie amilana sus sentimientos. El inicio es carnal y voluptuoso. Un corto animado muestra a Angus en un tren mientras dos sugerentes chicas le seducen y sabotean la máquina, que acaba estrellándose contra el final de una vía muerta, explosión que se combina con las tracas de escena y la aparición de la máquina en el mismo escenario. Bajo esta tensión no hay adrenalina que se escaquee ni emoción que se resista a los acordes de «Rock `n' roll train». Pasión que se transmite a cada camiseta o cuerno iluminado. Sin duda, el infierno tiene que ser algo tan divertido como esto. Angus toma el mando de la noche. Ahí está, pequeño y con su gran Gibson, sacándole al blues lo mejor para el rock and roll. Al frente también Brian Johnson, pocas veces una garganta cascada había sido tan útil más allá de los sesenta años. Malcon Young, al fondo del aula, castigado. En la retaguardia la base rítmica, simple y tan eficaz como un topo en un jardín.

Suenan «Back in black», «Thunderstruck», «Black ice»... y «The jack», que sirve para que Young enseñe sus calzoncillos tuneados con el nombre de AC/DC. Aquello hierve y aún queda más de la mitad de la noche, con el posible cierre de noche a cañonazos con la espectacular «For those about to rock», uno de los himnos más poderosos de toda la historia del rock. Detalles que GARA narrará mañana en una nueva cita con la escuela del rock and roll, la casa ambulante de AC/DC.

 

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