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Análisis | Cambio de Gobierno en Lakua

Interés común en que ahora todo parezca nuevo

Ni las condenas del Parlamento a comunicados de ETA ni la presencia de la bandera española en las instituciones autonómicas tienen nada de novedoso, por mucho que unos u otros se empeñen.

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Iñaki IRIONDO

Ante el estreno de una nueva mayoría en el Parlamento de Gasteiz y un futuro nuevo Gobierno en Lakua, tanto los defensores del acuerdo PSE-PP como quienes se enfrentan a él -como el PNV- coinciden en intentar convertir en novedades lo que son ya prácticas en uso.

El pasado jueves, los dos periódicos de mayor tirada de la CAV, ambos del mismo grupo empresarial, abrían sus primeras páginas a cinco columnas con un titular común: «El nuevo Parlamento vasco se estrena unido contra el `totalitarismo' de ETA», a lo que añadían que «los partidos aparcan sus diferencias y se alían para `deslegitimar' el terrorismo». Tal despliegue tipográfico invitaba a pensar que en la Cámara autonómica se había producido un acontecimiento inusitado, alguna novedad histórica; que en la sociedad vasca se hubiera dado un vuelco político. Y no hay tal. No porque ahora PP y PSE dominen la Mesa del Parlamento autonómico se hacen comunicados más duros contra ETA ni hay mayor unidad entre los grupos, aunque ciertamente ésa sea una de las imágenes que se trate de vender, como se pudo comprobar este mismo miércoles en las páginas web de los medios afines a la nueva mayoría unionista.

El Parlamento de Gasteiz siempre ha sido contundente en sus notas contra ETA y no sólo ha condenado atentados, sino que también se ha posicionado abiertamente en contra de comunicados de la organización armada -como ocurrió el 7 de noviembre de 2008-, por lo que ni en esto hubo novedad el pasado miércoles. Es más, en febrero de 2007 el Pleno de la Cámara autonómica dio el paso de rechazar unas amenazas en aquella fecha inexistentes.

Pero no es sólo esto, resulta preciso recordar que en esta legislatura, y de la mano de una presidenta del PNV, Izaskun Bilbao, el Parlamento ha dado el paso de celebrar actos de homenaje a las víctimas de ETA incluyendo ofrendas florales a cargo de miembros del Ejército español y de la Guardia Civil dentro del recinto parlamentario. Un movimiento, éste sí, verdaderamente inaudito en la historia de la Cámara de Gasteiz.

Por lo demás, subrayar el carácter unánime de la declaración de la Junta de Portavoces, frente a declaraciones anteriores que no contaban con la aprobación de los grupos de la izquierda abertzale, resulta meramente instrumental. Por una parte, porque esa discrepancia política no ha desaparecido de la sociedad vasca, sino que ha sido amputada del Parlamento. Y, por otra, porque la izquierda abertzale en los últimos años nunca se había opuesto a que se hicieran declaraciones institucionales de este tipo.

Pero no sólo los afectos al pacto PSE-PP intentan presentar ahora lo común como novedoso. También el PNV participa de esa estrategia, aunque con intereses bien distintos. El pasado domingo, en la celebración del Aberri Eguna, el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, anunciaba que «pronto la bandera española ondeará en Ajuria Enea». La crónica del acto detallaba que una mujer exclamó un «¡Ay, virgen!», reacción que era la que buscaba el orador.

Al burukide le faltó decir que la bandera española ya ha on- deado otras veces en Ajuria Enea -por ejemplo, con motivo de las muertes de Ramón Rubial y Fernando Buesa- y que en unos meses lo hará de manera permanente y que así sería igualmente aunque allí siguiera de inquilino Juan José Ibarretxe. El Tribunal Supremo tiene en sus previsiones dictar una sentencia que obligue a colocar la enseña rojigualda en todos los edificios del Gobierno autonómico, incluida Lehendakaritza. Y aunque Iñigo Urkullu diga que «la nuestra es la ikurriña», pocas dudas hay de que colocarían la española como ya han hecho en el Parlamento y en Arkaute.

Por cierto, hablando de estas cosas es bueno hacer memoria. José Antonio Ardanza entregó el 20 de mayo de 1984 una bandera española con el escudo constitucional a un regimiento del Ejército en Donostia en un acto castrense. Y un año después, el 28 de mayo de 1985, participó en Aranjuez en un «solemne homenaje» con motivo del bicentenario de la rojigualda presidido por el rey Juan Carlos I.

Como puede verse, de momento, y pese a algunos empeños, hay poco de nuevo. Ya se verá lo que depara el futuro.

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