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Maite Ubiria Kazetaria

Coupat, Abdallah... Francia sí tiene quién la defienda

Coupat, Julien. Activista francés. Ibrahim Abdallah, Georges, comunista libanés. El primero ha disfrutado durante seis meses de pensión completa en las cárceles de la República. Acaba de ser liberado, aunque la Policía y los grandes medios le han presentado durante el último medio año como el jefe de un nosesabebien qué grupo de «acción directa» al que atribuyen los sabotajes cometidos contra líneas de TGV a lo largo del año pasado en el Hexágono.

Georges Ibrahim Abdallah, referencia emblemática de la causa palestina. El militante de la izquierda libanesa ha cumplido ya diez años como huesped en las prisiones galas. La famosa «sección antiterrorista» acaba de denegarle la libertad condicional a la que tiene derecho. Ésa y otras actitudes se repiten en no pocas ocasiones con el centenar largo de vascos que purgan penas en cárceles francesas.

El caso Coupat ha removido conciencias. Sus abogados han podido comprobar que el principio de la defensa está hoy gravemente cuestionado en la República. La justicia paralela que se ha levantado paulatinamente en Francia desde 1986 ha condenado a la guillotina al derecho penal vigente en ese país.

La Tour Eiffel de las garantías procesales y de las libertades políticas ha sucumbido mucho antes en el Hexágono de que lo hicieran las Torres Gemelas y, como la peste, se extendiera a lo largo y ancho del Planeta la doctrina penal del enemigo.

Dos décadas después de que se sembrara la semilla que hoy ha terminado por apropiarse del jardín la voz se alza con una urgencia del todo comprensible.

En los últimos años el edificio de la excepción se ha convertido en un auténtico rascacielos, que no deja pasar la luz. Un tribunal omnipotente se encarga de los «casos de terrorismo». Las medidas que dicta son opacas a la justicia y emanan de la voluntad política de anular la contestación ante un modelo político que recuerda a tiempos peores.

Editores, filósofos, magistrados, poetas, humanistas, escritores... los Sastre de la patria de Sartre promueven hoy un manifiesto para la derogación de la legislación que ha convertido a Francia en país minado para la disidencia y en destino inóspito para los que huyen del terror de la tortura. Para ellos mi firma.

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