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Raimundo Fitero

Papi

La insistencia en que Silvio Berlusconi aparezca en todos y cada uno de los noticiarios de todas y cada una de las cadenas que nos aturden, empieza a ser sospechoso. «Papi», como le llaman las señoritas que aseguran cobran por asistir los fines de semana a las fiestas que organiza Berlusconi en su residencia privada, es uno de los grandes problemas que tiene Europa. Y lo es porque es el presidente electo de Italia; porque está arropado por partidos y movimientos sociales y políticos que se están quitando todas las caretas y empiezan a mostrarse sin pudor sus claras tendencias fascistas; porque con ellos y su mayoría parlamentaria está aprobando leyes absolutamente regresivas que llevan a un punto casi sin retorno y de muy difícil encaje en la supuesta idea de la democracia europea y, por último, porque es el propietario de grandes estructuras de propaganda en forma de medios de comunicación de masas.

El poder mediático televisivo de «Papi» es inmenso, copa en Italia casi todo el mando a distancia, pero se extiende por toda Europa, con el Estado español como plaza importante, de manera transparente en ocasiones y a través de ingeniería societaria en otras, pero en todos los casos creando un muro de contención a las críticas y forzando, por otra parte, todas las legislaciones para hallarse situado en la inmunidad judicial como parece suceder. La última que conocemos es que un fiscal le está imputando «incitación a la prostitución». Todo viene a cuento por las famosas fiestas, por su tendencia a rodearse por jovencitas veinteañeras, a las que pagaba por su compañía y/o les prometía un lugar en las listas electorales.

Si cunde esta acusación sería un hito, una suerte de respiro en el agobio de trascendencia que se les da a los políticos profesionales y porque nos ayudaría a entender los nombres y personas colocadas en algunas listas electorales de partidos varios. No hay en estos momentos nada más disolvente ni que pueda demoler todo el entramado político actual que las cosas de Papi. Reírle las gracias a este fascista es un pecado de esa democracia. Su propuesta es parda, pero el sistema donde se produce huele ha podrido.

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