Siempre había pensado que, una vez situados en las alturas, no tenía mucho mérito ser dios. La mirada, desde arriba, otorga una perspectiva total y completa sobre lo que tienes abajo. Por eso resulta mucho más fácil comprender o dominar una ciudad desde la ventanilla de un avión o desde Google Earth que paseando por calles intrincadas. Es el factor distancia, física, o temporal, incluso. Conocí hace ya varios años a una persona que, además de estar bien informada, acostumbraba a leerse los periódicos con unos cuantos días de retraso. La información reposada en el tiempo, decía, era mucho más interesante. No le creí mucho, la verdad, y eso que tengo la manía de guardar periódicos viejos en un cesto. Los uso para envolver cristales rotos, abrir una cerveza a falta de abrechapas o repartirlos por la cocina si no tengo paciencia de esperar a que se seque la baldosa. Ayer fue uno de esos días impacientes. Coloqué por el suelo unos cuantos periódicos y al pasar sobre ellos, desde la altura necesaria y con la distancia del tiempo pasado entre una y otra fecha, vi lo que un diario resumía como "frustrado el plan de fuga del etarra que intentó matar al Rey». Dos pasos más adelante y con fecha de cuatro días después, otra página destacaba que ni estructura de fuga, ni helicóptero, ni candidato a la huida. Una buena combinación de tiempo, distancia y perspectivas. Así son las cosas. Las situaciones más simples y cotidianas llevan a las más certeras conclusiones. Newton echó una siesta bajo el árbol y el golpe de la manzana abrió la teoría de la ley gravitacional. Usted echa mano de periódicos viejos para guardar las peladuras de las alcachofas y descubre la teoría de la otra relatividad. La de nuestro tiempo informativo. Empiezo a creer en la distancia.