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CRÓNICA | Kobetasonik

¿Quién teme a la inquietante oscuridad de Marilyn Manson?

Kobetamendi volvió a celebrar misa negra, oficiada por el demonio de cera Marilyn Manson, quien no logró inquietar a su poseída parroquia.

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Anartz BILBAO

Insípido e incoloro

Con tanta variedad metálica, queda lejana la madrugada del viernes, que encabezó el demonio de cera Marilyn Manson.

Antes del polémico y controvertido vocalista Machine Head asaltó el escenario principal tomándose muy en serio conseguir ser la banda que más fuerte gritara, en paralelo a la fórmula que después utilizaría Anthrax. Entre Españas y Españas (toda una constante a lo largo del festival), el super perilludo Robb Flynn nos cuenta que llevan siete años sin visitar «the Basque Country». A pesar de lograr ser aclamados por su entregado público, su metal, tan sufrido y sentido -lo siento, pero así reza su promo en el cuadernillo del festival: «música pesada»-, nos resultó atosigante a los que entendemos la música desde un punto de vista más hedonista, lúdico y festivo. El suyo fue, eso sí, un set intenso, y para que no faltara de nada, acabó con algún músico en el foso y una bandera del Athletic Club en la escena.

Media hora tras la medianoche caía el telón tras el que se ocultaba la tez pálida de Marilyn Manson, tocado con sombrero, con media melena y una chaqueta tres cuartos oscura que ocultaba la cuchilla de afeitar que mostraba su camiseta. Tenebroso, canta en semipenumbra acercándose a veces al punk, y recordándonos en la voz a Iggy Pop -que no se enfade nadie-. El público, tan inapetente y frío como el intérprete, reacciona mejor a sus temas más industriales, como «We Hate Love», pero MM no consigue enganchar ni hacer entender el hilo de su espectáculo, con claqueta, maquilladora y demasiados parones, convirtiendo cada canción en un acto. Marilyn Manson, quien actuó en el BEC de Barakaldo hace apenas año y medio, parece no estar a gusto en escena, se muestra inapetente, y aunque a ratos desbarre tirado en el suelo resulta anodino, sin conseguir provocar polémica ni hacer temblar a una audiencia que esperaba quizás un show más elaborado (en atrezzo), que el formato del festival puede haber limitado.

El pobre y escaso bolo de la pavorosa luminaria fue replicado por el impacto de Suicidal Tendencies, que mostraron la cercanía de la que adolecieron la mayoría de las bandas precedentes. Presentando «The Year of Cycos», con el correcaminos Mike Muir al frente -recorrió kilómetros de extremo a extremo de las tablas, clausuró con éxito la jornada con un final apoteósico, en el que invitaron al público a abordar el escenario. Unos 30 lo tomaron al asalto extasiados, hasta que el orondo batería afroamericano puso punto y final, desmontando la batería a empujones.

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