Es más difícil en estos tiempos explicar los éxitos televisivos que los fracasos. Se diría que hay más de estos últimos, pero si se mira la parrilla general, se comprueba que cíclicamente aparecen productos que se convierten en insustituibles y copan un espacio que antes tenían otras series, magazines o concursos. Existe un agotamiento lógico y unos deterioros por fricción. Como diría un famoso entrenador de fútbol, todo es cuestión de detalles. De pequeños detalles. Tiene razón.

Tanta como que por unos detalles obvios, no puedo entender que guste en la manera que lo hace según nos dicen los medidores de audiencia, la serie de la primera estatal «La señora». Si nos atenemos a sus tramas, podríamos concederle un valor: retrata de unos comportamientos machistas, caciquiles, de terror social ejercido de manera despótica que podrían estar volviendo a reproducirse. Pero al mirar con detenimiento, se presenta todo de una manera tan ficticia, tan poco creíble su puesta en escena, desde el maquillaje al vestuario, pasando por los escenarios, que nos despista. Lo curioso es que hablando de detalles, fue precisamente en unas escenas al aire libre donde se podía detectar más falta de atino. Si el encuadre era precioso, con la ermita a la izquierda, según se mira, con una cala y el mar al fondo, a la derecha, los coches utilizados, todo el atrezzo y el propio ritmo narrativo iba desmontando su validez.

Y de repente una escena que se cruza en el desarrollo de la trama, que sucede en una casa, en un interior, con una caída de un hombre desde una balaustrada, y ahí todo se desmonta, todo se vuelve mentira. Y el hombre muerto en el suelo, con una sangre inverosímil, y los actores debiéndose enfrentar a unas escenas muy mal resueltas visualmente, ralentizadas, peo a las que se le pretende dar entidad a base de una música intrigante, pero demasiado obvia. Por todos estos detalles, por el tono interpretativo tan recitativo y cantarín, esta serie me parece vieja, antigua, y el tema central que puede ser interesante, con cura enamorado de por medio, se oscurece precisamente por estos detalles. Y otros cuantos más.