El Ejército tayiko ha establecido un estricto cordón de seguridad y combate a grupos armados en una zona fronteriza con Afganistán, al pie de montañas que alcanzan los 4.000 metros.

El Gobierno pone como excusa la lucha contra el opio pero los vecinos de la región y diplomáticos occidentales coinciden en que estaríamos ante una «caza del talibán».

Los expertos dan cuenta de un flujo hacia Asia Central de combatientes que huirían de los cruentos combates en el valle de Swat, en Pakistán.

Tayikistán, la más empobrecida de las antiguas repúblicas de la URSS, comparte una larga y porosa frontera con Afganistán y su parte sudoriental está separada del valle de Swat por una franja de tierra afgana.

Un alto responsable diplomático de EEUU -país que sigue de cerca estos movimientos- aseguró recientemente que «asistimos a un redespliegue de las fuerzas de Al Qaeda».

Por contra, un antiguo señor de la guerra local, Mirzojoja Ajmadov, asegura que en los violentos combates de los últimos meses no participarían milicianos extranjeros. «No necesitamos a nadie de fuera para que nos ayude a luchar», subraya este líder islamista. Fuentes locales confirman que se trataría de una revuelta de carácter local. Tayikistán fue escenario entre 1992 y 1997 de una insurrección armada islamista.

Están de vuelta

Estos grupos huyeron a Afganistán tras el frágil acuerdo de paz firmado ese año pero desde hace semanas hay señales de que habrían regresado.

El Gobierno se niega a informar a los vecinos de la ciudad fronteriza de Tavildara sobre las operaciones militares en curso en el valle de Rasht, antiguo bastión del islamismo local.