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CRÓNICA Discrepancias en el seno de UPN

Sanz pone el ruido mientras Barcina se lleva las nueces

El pasado abril, al ceder el cargo a Yolanda Barcina, Miguel Sanz prometió en tono solemne que «aquí estaré, sin meter ruido y sin protagonismo, ella manda». Cuatro meses después, el último conflicto por la edil tránsfuga de Iruñea deja claro que Sanz es incapaz de cumplir su palabra, pero también que de momento las nueces se las lleva Barcina. Probablemente lo suyo sea sólo un reparto de papeles.

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Ramón SOLA

UPN tiene su propia serpiente veraniega para estas semanas en que cualquier polémica logra más realce del habitual. La alcaldesa de Iruñea y nueva presidenta de UPN, Yolanda Barcina, confirmó ayer que no tiene prisa alguna para sacar del grupo municipal a la edil Cristina Sanz, que hace algunas semanas anunció su pase al PP. Ello le enfrenta teóricamente a Miguel Sanz, que en una carta publicada hace unos días planteó que la expulsión de la concejal debía ser «inminente».

No es la primera vez en que Sanz y Barcina discuten en público sobre la nueva relación con el PP en los apenas cien días transcurridos desde que él le cedió a ella las riendas de UPN. El rifirrafe sobre si el partido debía posicionarse o no ante las elecciones europeas fue también muy sonoro mediáticamente, demasiado incluso para una persona tan vehemente como el presidente navarro, y demasiado también para no recelar de su verosimilitud.

En realidad, ya resultó desconcertante el modo en que Miguel Sanz recibió a Yolanda Barcina en el Congreso de abril. En su discurso insistió en remarcar que no se iba a quedar como líder de UPN en la sombra, con una insistencia que sonaba a excusatio non petita accusatio manifesta. Ahí van algunos extractos: «Quedo a disposición de la presidenta, y aquí estaré, sin ruido y sin protagonismo, ella manda»; «Que nadie dude de que la bicefalía no va a generar distorsión entre el partido y el Gobierno»; «Remaré en la misma dirección que me marque la presidenta»; «Todos debemos estar con ella; hagámoslo respetando su estilo, y mi- nimizando sus errores». Y el mensaje final: «Yolanda, vuela alto, ¡y a tus órdenes!».

Pasados cuatro meses, queda una duda razonable de si Sanz está a las órdenes de Barcina, si pretende adoptar un papel similar al tutelaje de José María Aznar sobre Mariano Rajoy tras elegirle como sucesor también a dedo o si busca ejercer como «francotirador» puntual al estilo de los tirones de orejas periódico que Felipe González propina a José Luis Rodríguez Zapate- ro o Xabier Arzalluz a Iñigo Urkullu. Lo que sí está claro es que Sanz ha incumplido su palabra de «estar aquí sin ruido». O no quiere... o no puede.

En paralelo a esta duda llega la principal: ¿Mantienen Sanz y Barcina criterios tan diferentes respecto al PP, o sólo es un reparto de papeles pactado para ir resideñando la relación tras la ruptura del pacto de 1991? Hay un dato que puede servir como respuesta: en las vísperas de las europeas, después de que UPN renunciara a concurrir, Sanz amagó con no querer votar al PP, pero fue Barcina quien difundió unos criterios que abocaban inequívocamente a los votantes de UPN a optar por el PP. Sobra decir que Sanz también fue a las urnas, que el PP ganó en Nafarroa con 76.629 votos -casi todos «prestados»-... y que a UPN -y a Miguel Sanz- todo esto les pareció muy bien.

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