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El año en que vivió y murió John Dillinger

«Enemigos públicos»

La acción de «Enemigos públicos» transcurre entre 1933 y 1934, desde que John Dillinger huyó de la cárcel hasta que fue abatido a tiros a la salida del cine Biograph, donde había ido a ver la película «El enemigo público número 1», inspirada en su propia vida. En medio de los dos hechos puntuales queda un destino fatal marcado por la acción y los atracos a los bancos, que Michael Mann sabe filmar con la maestría que le caracteriza desde siempre.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

«Enemigos públicos» es la película esperada, y lo es por lo atractivo del binomio entre el cine de gángsters y la maestría en la realización de Michael Mann. Pero las primeras críticas, aún siendo buenas, dejan entrever que no va a ser la gran película del año que muchos deseábamos. Yo tengo mi teoría al respecto, y es la de que en los proyectos cinematográficos más ambiciosos del veterano cineasta chocan el Michael Mann productor y el Michael Mann director. El talento visual de este hombre no tiene parangón y está claro que en su trabajo tras la cámara no se le puede poner ningún pero, y las objeciones suelen venir más bien del lado de la producción.

En «Enemigos públicos» hay unas cuantas decisiones discutibles ya de entrada, relativas a la elección del reparto y de la fotografía. Se entiende que Mann quiera probar el uso de las nuevas tecnologías, aunque mejor si lo hubiera dejado para una próxima ocasión, porque la imagen digital no aparece como la más aconsejable para una película de cine negro ambientada en los años 30. Y en cuanto al casting, creo que al estelar Johnny Depp se le pide demasiado, hasta el punto de que cada vez ha de forzar más su capacidad de transformación, máxime al tener que parecerse al histórico atracador de bancos John Dillinger, para lo cual conviene olvidarse de las fotografías que se conservan.

La inclinación de Michael Mann por el vídeo de alta definición para «Enemigos públicos» lleva añadido el inconveniente de que nuestras salas no están todavía preparadas para la exhibición en dicho soporte, porque no cabe duda que si se ha decidido por la fotografía digital es para conectar con el público actual. También puede que lo haya hecho para diferenciarse de los clásicos sobre la figura de Dillinger, consciente de que es difícil vencer a la memoria cinéfila. Y, llegados a ese punto, es donde más cuesta encajar a Johnny Depp como protagonista. Al oír el nombre del famoso delincuente me viene automáticamente a la cabeza la cara inconfundible de Warren Oates, que fue quien lo interpretó en la insuperable «Dillinger», dirigida en 1973 por el entonces debutante John Milius, que ya nunca volvería a hacer otra película tan buena como aquella. Ha quedado como irrepetible porque su elenco interpretativo lo es: con Warren Oates enfrentado a Ben Johnson como su perseguidor, además de Cloris Leachman haciendo de novia y de un jovencísimo Richard Dreyfuss en el inolvidable papel del mítico Baby Face Nelson.

No hay comparación posible, y John Milius lo sabía, porque puso especial empeño en ese apartado, habida cuenta de que el anterior «Dillinger», el de 1945, no pudo contar con actores conocidos por tratarse de una oscura serie B. Sin embargo, tenía un guión de nada menos que Philip Yordan, y la figura de su realizador Max Nosseck ha sido objeto de una merecida revisión que ha hecho que la película salga revalorizada. Otro tanto sucede con el protagónico Lawrence Tierney, al que Tarantino rindió homenaje en «Reservoir Dogs» por medio de un oportuno cameo.

Versión realista

Ahora bien, lo de la fotografía inadecuada en «Enemigos públicos» no quiere decir que Michael Mann no haya sido riguroso en la ambientación. Muy por el contrario, la suya es la versión mejor documentada y la más realista. El respeto por los hechos históricos y por la recreación de los personajes es escrupuloso, así como el análisis en profundidad de la época desde el punto de vista sociológico. La obsesión del cineasta por ser fiel al espíritu de los años 30 le ha llevado a hacer una verdadera investigación museística, encontrado objetos que pertenecieron en vida al personaje real, junto al descubrimiento de lugares por los que pasó durante sus huidas de la Policía, conservados con verdadera devoción dentro de lo que cabe considerar forma parte de un culto popular en los Estados Unidos a uno de los más queridos de sus delincuentes. No es una veneración gratuita y tiene su razón de ser, puesto que John Dillinger vivió un periodo de cambios históricos cruciales, cuando el país comenzaba a definirse como lo que hoy es.

Se le admira como la última manifestación de los forajidos del siglo XIX, la extensión urbana de los fuera de la ley del Viejo Oeste. La tendencia a considerar a Dillinger como el último romántico de los delincuentes se debe a que nunca fue especialmente violento, tratando de evitar hasta donde le fue posible el derramamiento inútil de sangre. Nunca robó a los ciudadanos de a pie, porque su objetivo eran los banqueros, odiados por el pueblo a resultas de la Gran Depresión del 29. Michael Mann ha sido inteligente al resucitarlo en otro momento de crisis económica, si bien los expertos aseguran que la de hace ochenta años provocó mucha más pobreza y suicidios en masa.

Precisamente, el hecho de ser tan popular convertía a John Dillinger en «enemigo público» tanto para la Policía como para la delincuencia organizada. No es descabellado afirmar que se produjo una entente entre el Gobierno y la Mafia, a sabiendas de las conexiones que existen a ambos lados de la ley cuando interesa deshacerse de alguien en concreto. En Chicago no estaba bien visto por los que regentaban negocios ilegales, al actuar por su cuenta y riesgo, ajeno al nacimiento de las futuras fraudulentas corporaciones capitalistas. Del otro lado se encontraba J. Edgar Hoover, fundador del FBI, que utilizó su eliminación para ascender y consolidar el departamento policial que encabezaba. La muerte de Dillinger supuso el espaldarazo definitivo a los nuevos métodos empleados en su persecución, como eran las armas automáticas y el establecimiento de redes de información interestatales, porque antes los criminales podían pasar de un estado a otro con total impunidad, debido a la desconexión entre las distintas policías locales, corruptibles y mal equipadas.

La idea del duelo personal entre Dillinger y uno de los hombres de Hoover, para ser utilizado como eje de la narración, procede de la novela de Bryan Burrough sobre el contexto conflictivo dentro del cual estos hombres se vieron enfrentados. Los lectores del libro en cuestión se quejan de que en las dos horas y media que dura la película solamente se dedica aproximadamente media hora al agente interpretado por Christian Bale, con lo que sale descompensado frente a la omnipresencia de su oponente Johnny Depp. Y, con todo, es Bale el que ha recibido las mejores críticas, junto a la francesa Marion Cotillard.

El perfeccionismo de Michael Mann

La explicación para que Michael Mann sólo haya realizado diez largometrajes en cuatro décadas es la de que en los años 70 se dedicó exclusivamente a la televisión, para después triunfar en el medio con la serie «Miami Vice». También se debe a que es un cineasta muy meticuloso y perfeccionista, cuyos proyectos son cada vez más ambiciosos y complicados de producir.

La prueba es que entre el rodaje de la discutida versión cinematográfica de «Corrupción en Miami» y su recién estrenada «Enemigos públicos» han transcurrido tres años.

Lo nuevo que prepara es la adaptación de la novela de Don Winslow «Frankie Machine», que podría suponer la recuperación artística de Robert De Niro de llevarse a cabo. En su filmografía previa el punto álgido lo ponen sus obras maestras «Heat», «El dilema», «Collateral», «El último mohicano» y «Hunter». En un término medio quedarían las dignas «Ali» y «Ladrón»; mientras que lo peor que ha hecho es «The Keep» , también conocida como «La fortaleza maldita» o «El torreón», y, en cualquier caso, un olvidable intento de cruce entre el cine bélico y el de terror.M.I.

VENERACIÓN

Se admira a Dillinger como la última manifestación de los forajidos del siglo XIX, la extensión urbana de los fuera de la ley del Viejo Oeste. La tendencia a considerarle el último romántico de los delincuentes se debe a que nunca fue especialmente violento.

Estreno

T.O.: «Public Enemies».

Dirección y producción: Michael Mann.

Guión: Ronan Bennett, Michael Mann y Ann Biderman, sobre el libro de Bryan Burrough.

Fotografía: Dante Spinotti.

Música: Elliot Goldenthal.

Intérpretes: Johnny Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, Billy Crudup, Stephen Lang, Stephen Dorff.

País: EEUU, 2009.

Duración: 140 minutos.

Género: Cine negro.

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