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Raimundo Fitero

Sobrevivir

Los instintos básicos funcionan antes de cualquier noción del lenguaje. Compartimos con los animales sentidos para la perpetuación de la especie. Es después, cuando aprendemos a distinguir entre un cheque y un vaso de zumo con lactosa, cuando el ego social se apodera de nuestras primeras intenciones. Y desarrollamos un sentido de la supervivencia que está colocado como colofón de una lucha depredadora. La televisión especialmente a través de algunos de sus programas tropicales nos ha acostumbrado a una competencia por el coco que no se había instalado en el código de la especie hasta que no se inventó la propiedad privada.

Obviamente, una supervivencia por muy extrema que se quiera considerar en la que exista la constancia de cámaras y sonidistas es una mentira. Una simple mentira, por muy bonitas que sean las imágenes y hasta por muy impactantes que se nos presenten algunas escenas y situaciones creadas o recreadas. Me estoy refiriendo a los realitys, pero también a la manía de ir a las montañas con equipos de filmación. No van a dejar constancia de una hazaña sino a provocarla. No se trata de una noticia sino de un montaje, aunque se presente como un documental. Es la conversión de todo en espectáculo, la perversión del género.

Tenemos múltiples ejemplos, pero hace poco vi un supuesto documental de un tipo muy dicharachero, un gran comunicador que estaba en un desierto, con un camello muerto, lo estaba despellejando, retirando sus tripas e intestinos, cortando parte de su cuerpo para hacérselo a la brasa de un fuego creado, decía, de manera rudimentaria. Posteriormente dormía teniendo el cuello del camello como almohada y la piel como manta. Y todo ello intentando transmitirnos la situación angustiosa en la que se hallaba. En pleno desierto, sin manera de transporte, sin orientación e intentando sobrevivir. El problema, la gran mentira, es que allí estaban las cámaras y el sonido. ¿Cómo lo conjugamos todo esto? Sus recomendaciones podía servir a alguien, pero aquello era mentira, pura mentira, una puesta en escena, sin nada de verdad. Un sucedáneo. Lo único seguro es que servía para sobrevivir en la selva televisiva.

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