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Estar alerta es la mejor manera de prevenir; asustar esconde espurios intereses

La gripe A ya forma parte de nuestras conversaciones cotidianas y en nuestro país, como en los que nos rodean, se ha convertido en una fuente de preocupación personal, familiar e institucional, más aún ante el inminente inicio del curso escolar. Por el momento, esta nueva epidemia apenas se distingue de las que hemos visto pasar durante las últimas décadas, es decir, la denominada gripe estacional. Si los responsables políticos de los distintos organismos sanitarios que conviven en Euskal Herria repasaran los boletines que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado durante los últimos años, quizás sus comparecencias ante los medios de comunicación -constantes en las últimas semanas- no provocarían tanta alarma social.

La OMS no diferencia entre la gripe estacional y la bautizada como gripe A o gripe pandémica cuando aconseja una serie de medidas higiénicas para evitar la infección. Esas medidas son tan simples de entender y tan sencillas de poner en práctica que no deberían suponer un cambio significativo en nuestro comportamiento social. Porque limpiarse las manos de forma habitual o no besar a una persona que ya está infectada entra dentro del sentido común y de las medidas higiénicas que todo el mundo debería practicar sin que nadie le llame la atención. Como es de sentido común que las personas con enfermedades crónicas o que estén convalecientes, así como las mujeres embarazadas y ciertos grupos de edad, mantengan un nivel de alerta superior cada vez que se aproxima el invierno por estas latitudes. Por ello, nuestros sistemas sanitarios ponen en marcha cada otoño una campaña de vacunación para los grupos de riesgo. Y todo eso lo ha tenido en cuenta la mayoría de la ciudadanía siempre, sin que los responsables políticos de la sanidad pública hayan necesitado encender la alerta haciendo público, caso por caso, el recuento de fallecimientos «relacionados» con la gripe. Por ejemplo, en Estados Unidos, con 300 millones de habitantes, el pasado invierno padecieron la gripe estacional entre el 5% y el 20% de la población, 200.000 personas fueron hospitalizadas y unas 36.000 fallecieron; y en el Estado español fueron unos 8.000 los fallecidos incluidos en este apartado.

El mensajero no es la fuente del alarmismo

Responsabilizar a los medios de comunicación de provocar la alarma propagando falsos rumores en torno al tema o exagerando el alcance real del impacto que puede tener la gripe A -es decir, alentando el alarmismo- no es de recibo en este caso. Es cierto que cada medio elige sus titulares y dimensiona las noticias según una escala de valores particular, pero antes de lanzar los dardos contra el mensajero conviene repasar las actitudes y las declaraciones públicas de los responsables políticos e, incluso, de la propia OMS.

La Organización Mundial de la Salud tiene sobre sus espaldas un precedente muy negativo y reciente a la hora de valorar sus llamadas de alarma: en 2005 vaticinó que la gripe aviar -que entonces alcanzó un impacto mediático similar al que está teniendo la gripe A- «podría» provocar 7,4 millones de muertes en el planeta. Según su propio recuento, entre 2003 y 2009 han fallecido 262 personas. Este hecho no puede poner en la picota la labor que realizan todos los equipos médicos y de investigación coordinados por este organismo mundial, pero sí debería servir a la propia OMS para difundir ese tipo de hipótesis con mucha más prudencia. También es cierto que el virus de la actual gripe pandémica, el A (H1N1), y el de la aviar, el H5N1, presentan sustanciales diferencias y que son muchos los expertos que desde hace tiempo vaticinan una mutación de la influenza estacional en un virus pandémico más mortal. Por tanto, no se debe frivolizar con el impacto que «podría» alcanzar la gripe A en los próximos meses.

Pero lo que es difícil de entender es que los responsables políticos sean tan contundentes en sus mensajes como lo fue el pasado lunes la ministra francesa de Salud, Roselyne Bachelot, al anunciar «la vacunación más importante realizada nunca en el país y en el mundo», y ofrezcan imágenes tan impactantes como la de su homóloga española, Trinidad Jiménez, visitando este jueves -acompañada de la ministra de Defensa, Carme Chacón- un laboratorio militar en el que tienen retenidas decenas de miles de dosis de un medicamento recomendado por la OMS como atenuante de los efectos de la gripe. Un medicamento que, por ejemplo en Inglaterra, se podía adquirir en cualquier farmacia sin receta médica al menos hasta hace unas semanas.

Del cuartel al comercio

Si todo funciona según lo previsto, si el estado de alerta sanitaria resulta tan efectivo como es de esperar, la gripe A no debería provocar un impacto mucho mayor que el que suele tener la epidemia estacional. No debería tenerlo, precisamente porque, entre alarma y alarma, los responsables políticos nos aseguran que han puesto todo los medios a su alcance para proteger a la población.

No obstante, hay un dato preocupante que es difícil de evaluar en estos momentos: tanto las vacunas que previenen la infección como los medicamentos recetados para paliar la enfermedad llegarán a la población a través de un proceso de «comercialización». Y, en nuestro entorno, eso suele ser utilizado por una minoría para enriquecerse a costa de un problema de salud que afecta al conjunto de la ciudadanía. Esperemos que en esta ocasión no nos hallemos ante espurios intereses de quienes sólo buscan aumentar sus cuentas corrientes.

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