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Maite SOROA

La erosión de España

Si ayer era «El País», hoy le toca a «El Correo Español». Los autores, diferentes y el tema, el mismo: la sacrosanta unidad de España en peligro.

Antonio Elorza -habitual también en la cabecera de Prisa- alertaba sobre lo que se esta cociendo en Catalunya. Según Elorza, el referéndum de Arenys de Munt fue «objetivamente una farsa» y se felicitaba porque «la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega hizo bien en no entrar al trapo y declarar que para el Gobierno nada ha sucedido. Al ignorar la ley y la Constitución, carece de consecuencia alguna. Ni siquiera se hizo atendiendo al acuerdo municipal, revocado por el juez, siendo sustituido el Ayuntamiento por la parroquia como sede de la urna, con intervención de inmigrantes y adolescentes sin derecho a voto». Y a pesar de ello, reconocía preocupado, «no es seguro que carezca de efectos políticos». Que es de lo que se trata, cabría añadir.

Desgranaba Elorza las razones de sus angustias: «Para empezar, con la excepción de Unió Democratica de Catalunya, todos los grupos del nacionalismo catalán han considerado que la experiencia ha sido un éxito y se disponen a multiplicar tales iniciativas hasta lograr que las consultas cubran todo el territorio catalán. Si lo consiguen, el efecto de propaganda resulta innegable, y por encima de todo implican a los catalanistas supuestamente moderados, con Artur Mas a la cabeza, en una dinámica independentista que puede encontrar un terreno abonado en la crispación derivada de un eventual recorte del Estatut por el Tribunal Constitucional. Desde hace algún tiempo, y con ERC llevando la batuta, se está produciendo una situación de puja entre las agrupaciones catalanistas, con efectos claros sobre PSC e Iniciativa per Catalunya, para exhibir la posición más tajante en cuanto a la afirmación de los derechos de Cataluña frente al Estado». O sea, que el independentismo avanza. Ahí están los nervios de Elorza.

Y, puesto a buscar un culpable, se da de bruces con Pasqual Maragall por haber puesto en marcha la elaboración del Estatut con la ayuda de Artur Mas. Ahí, asegura, empezó todo: «El aprendiz de brujo logró sus votos, sólo que a costa de desencadenar un proceso de erosión de consecuencias imprevisibles en la estructura del Estado de las autonomías. De nada vale que Juanjo Solozábal pruebe con su habitual rigor que según la Constitución sólo cabe una soberanía, la del pueblo español. Eso en la Cataluña de hoy lo acepta apenas una minoría irrelevante». Tienen razones para estar preocupados.

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