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Raimundo Fitero

Decodificadores

Traducir la gestualidad de algunos de los seres que permanecen tantas horas frente a las cámaras de televisión, es un proceso de decodificación que requiere adentrarse en arcanos y reglamentos de transmisión oral que afloran en días impares a las horas pares. O viceversa. Hacia algunos de ellos se crea una veneración que tiene rasgos fanáticos, sectarios, irracionales. No existe ninguna posibilidad de aplicación de las reglas de aceptación social que se encuadre en alguna tendencia o magisterio. Todo es fruto de la insistencia, de la reiteración y en algunas franjas horarias se asegura que la naturalidad es parte esencial de los rasgos de identificación para algunos miles de personas.

Si se repasa la programación general durante una semana, el desasosiego se puede apoderar de cualquiera que tenga alguna remota ilusión sobre las posibilidades del invento. La televisión, sus contenidos, en un inmenso espacio de tiempo, en todas las cadenas, en todas las franjas, está sufriendo un deterioro que la puede invalidar para un futuro próximo. No desaparecerá jamás, pero puede estar a punto de perder la posibilidad de ser una plataforma, una guía, un acompañamiento del desarrollo social, cultural, para acabar siendo un simple soporte publicitario, tanto en su forma de anuncios de productos de consumo, como en la más pertinaz: la que transmite en cada segundo mensajes desmovilizadores, mantras que modifican la conciencia y las ideas, venenos ideológicos machacones que caminan en la dirección más retrógrada posible vendiendo paraísos tóxicos.

Los datos nos cortan el hilo del discurso más esperanzador. Si los contenidos televisivos tienen alguna relación con la sociedad, con la política, con la realidad, la situación es muy deficitaria. Las masas seguirán recibiendo la doctrina alienante mientras algunos intentamos decodificar las claves del ascenso de personajes insufribles a los altares mediáticos. Podemos recurrir a los tópicos, a lo antiguo, pero de verdad la tele es el opio del pueblo. De todo el pueblo. De todos los pueblos. Y eso es un problema mayor y de un calado muy profundo. Faltan decodificadores.

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