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Tras la ruptura de los pactos municipales

El PSN ya no engaña y NaBai lo sabe mejor que nadie

Se pueden cruzar apuestas sobre si dentro de unos años Roberto Jiménez recorrerá el mismo camino que Arbeloa, Eguren o Mazuelas, pero en la práctica, a día de hoy actúa casi como un infiltrado de NaBai, dado que su actitud alimenta el crecimiento de la coalición. Quizás por eso NaBai vocifera tanto contra la lizquierda abertzale.

Ramón SOLA

Resulta llamativo que todavía haya quien defina como «giro» el último movimiento del PSN, consistente en romper los escasos lazos que le unían a Nafarroa Bai y estrechar su abrazo con UPN. Un peculiar síndrome de Estocolmo hace que buena parte de la ciudadanía navarra siga viendo al partido de Roberto Jiménez casi como el PSOE de 1936, o como la palanca que algún día D, siempre demorado, posibilitará un cambio político en una Nafarroa bunkerizada desde hace décadas con su ayuda.

Pero para creer en ello hay que cerrar los ojos ante los últimos 30 años de la política navarra. Sólo en dos ocasiones muy puntuales el PSOE dio la impresión de querer romper amarras con la derecha españolista y los poderes fácticos del herrialde. La primera, con el tripartito de 1996, no pudo ocurrir en peor momento ni resolverse de peor forma. Que cuando el PSN se lanzó por fin a un gobierno alternativo lo hiciera de la mano de un líder que titulaba cuentas bancarias en Suiza sigue dejando abiertas muchas dudas sobre la sinceridad real del intento. Para encontrar otra tentativa habría que esperar once años, hasta 2007, y ya se sabe cómo acabó: antes de empezar.

Un año de chapucero gobierno tripartito y un ensayo timorato que zanjó el PSOE por las bravas es todo lo que se puede rescatar de la historia del PSN. El resto de sus 27 años de vida es una sucesión interminable de acuerdos con la derecha política o empresarial. Entre medio, además de las irrupciones de Ferraz como elefante en cacharrería, tampoco han faltado golpes de estado internos nunca explicados como el descabalgamiento de Juan José Lizarbe -que había dejado de apoyar los presupuestos de UPN- por su número dos, Carlos Chivite, en 2003. O la imposición de una Gestora con Víctor Manuel Arbeloa al frente en 1996, destinada a atornillar bien la entente histórica con la derecha. Pasado el tiempo, por tanto, nadie se asombra ya cuando muchos de los dirigentes de la derecha pasan a engordar del pesebre del Gobierno de UPN -como el propio Arbeloa o Lola Eguren- o piden el voto públicamente para él -Manuel López Mazuelas-.

Se pueden cruzar apuestas sobre si, a la vuelta de unos años, ese mismo será el camino que recorrerá Roberto Jiménez, el actual líder del PSN. A día de hoy, sin embargo, en la práctica se comporta casi como un infiltrado de Nafarroa Bai. Su alineamiento con UPN o la CEN deja a la coalición posibilidades de crecimiento insospechadas, incluida la de pegar un buen mordisco a la bolsa de voto al PSN, ciertamente cada vez más escuálida. Quizás por eso NaBai vocifera tanto contra la izquierda abertzale. Lo que no resulta creíble es que todavía siga esperando a que el PSN «emprenda el camino de vuelta».

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