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La cultura palestina se abre paso furtivamente en la vieja Jerusalén

 

Ana CÁRDENES |

Las murallas de Jerusalén tendrán este fin de semana un nuevo secreto que guardar: un festival cultural clandestino que se celebrará en cuartos de estar, cocinas y bibliotecas de las viviendas palestinas de la vieja ciudadela. No hay carteles ni información sobre dónde y cuándo tendrán lugar los eventos del festival “Al Quds Underground (Jerusalén bajo tierra)”, y los espectadores no saben siquiera a qué tipo de espectáculos van a asistir.

En las últimas semanas, se han ido apuntando a través del correo electrónico o contactos con asociaciones culturales y sólo saben que serán citados en la ciudad vieja ésta noche o mañana y que un guía les conducirá por las calles empedradas para abrirles la puerta de una casa e invitarles a disfrutar de un concierto, una pequeña obra de teatro o una performance visual.

El secretismo del festival tiene como objeto escapar del veto israelí a las actividades culturales palestinas desde que Jerusalén Este (Al Quds, en árabe) fue declarada por la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) la Capital Cultural del Mundo Árabe 2009, según el ideólogo del proyecto, el compositor holandés Merlijn Twaalfhoven. «Casi todas las actividades de Al Quds Capital Cultural han sido prohibidas o interrumpidas por Israel. La capitalidad cultural de Jerusalén Este se ha celebrado en Beirut, en Damasco, en Amán, en Ramala.... Al Quds ha sido una capital cultural en el exilio», dice éste músico de 33 años. Las autoridades culturales palestinas corroboraron que sufren este boicot que, para Twaalfhoven, es «muy preocupante» ya que considera que «no se debe prohibir la cultura porque es nuestra herencia y lo que crea nuestra identidad».

El festival, que contará con más de 150 actuaciones culturales en propiedades particulares, tiene, además, otro fin: tratar de acercar al público a «esa otra Jerusalén, la Jerusalén del día a día, alejada de las grandes emociones religiosas, políticas e históricas que la rodean».

Breves y secretas

Las actuaciones serán íntimas, sigilosas, breves, de unos diez minutos de duración cada una; una pequeña ranura que introduzca al espectador en el día a día del palestino de Jerusalén, que le hable de sus preocupaciones, sus miedos y sus sueños. Los improvisados guías trasladarán furtivamente al espectador de uno a otro de los 18 escenarios caseros, abriendo puertas y ventanas que den acceso a esa pequeña Jerusalén escondida detrás de la gran Jerusalén que alberga algunos de los más importantes lugares sagrados del Islám, el Judaísmo y la Cristiandad. «Será muy difícil que las autoridades impidan el festival, porque será prácticamente invisible», afirma Twaalfhoven. Sin embargo, algunos de los artistas no las tienen todas consigo, como la joven actriz Nisbat Sherhan, que reconoció tener «miedo de que aparezca la Policía y cierre el festival, como han hecho tantas veces este año en el Teatro Nacional Palestino».

Esta estudiante universitaria hablará en su obra sobre las distintas generaciones de palestinos y «las diferencias entre los abuelos, los padres y la generación Facebook». Para ella, esta iniciativa servirá para «acercarse a la audiencia y explicarles lo que hacemos» y cómo se vive en Jerusalén Este (de mayoría de población árabe y que los palestinos reclaman como capital de su futuro estado).

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