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Un momento crucial que requiere de transparencia, paciencia y compromisos

La actualidad política sigue estando marcada en este momento por la iniciativa de la izquierda abertzale. La operación policial desarrollada hace dos semanas contra varios líderes de ese movimiento político logró su primer objetivo operativo, la detención y encarcelamiento de un grupo de personas referenciales e influyentes no sólo entre su base social más cercana, sino en ámbitos sociales mucho más amplios que incluso cruzan las líneas ideológicas que separan a independentistas y unionistas. Pero, a partir de ahí, pocos más valores se le pueden encontrar a una operación que se ha vuelto en contra de sus promotores.

La manifestación de Donostia demostró que el segundo objetivo de aquella operación, el aislamiento político y social de la izquierda independentista, no es viable. La mayoría sindical vasca reaccionó de manera audaz y valiente, lo que arrastró consigo, además de a una marea humana preocupada y enfadada por la impunidad con la que actúa el Estado en tierras vascas, a las estructuras de partidos políticos que conocían de antemano las líneas maestras de la estrategia del Ministerio de Interior. Éstas no pudieron más que sumarse a aquello que sus bases y el momento exigían. Tampoco cabe desdeñar que algunos de los representantes políticos que asistieron a Donostia apoyen sinceramente el lema de la manifestación e incluso que, a pesar de las dificultades evidentes con las que se encuentran dentro de sus respectivos partidos, consideren que su futuro político depende de que consigan forzar un viraje en esa dirección. Aunque muchos de ellos no parezcan capaces de leer el momento político, por lo menos deberían tener en cuenta lo que les dicen las encuestas que manejan.

Por último, la determinación de la izquierda abertzale para dar pasos adelante en sus objetivos y no quedar atrapada en una espiral antirrepresiva quedó patente al hacer pública la propuesta que habían gestado, entre otros, los líderes encarcelados. De ese modo, el objetivo final de la operación quedó abortado definitivamente.

Según se ha podido saber más tarde, para entonces los mediadores internacionales ya habían recibido la propuesta y conocían los términos de esa iniciativa.

El recorrido de una iniciativa de calado

Buena prueba de ello han sido las declaraciones de Brian Currin, abogado sudafricano y asesor en conflictos políticos y procesos de negociación, que ha estado esta semana de visita en Euskal Herria. En la conferencia que ofreció en Donostia, Currin se mostró como un gran conocedor de los entresijos de la política vasca. Su mensaje se centró en dar testimonio de la sinceridad y la profundidad de la iniciativa de la izquierda abertzale, en subrayar la importancia del momento político, en trasladar la postura que puede adoptar la comunidad internacional ante los posibles escenarios que se abran en adelante y en pedir compromiso y altura de miras a la clase política. Criticó duramente la operación policial y a la vez pidió a ETA que actúe con responsabilidad.

Si bien la operación policial ha desencadenado una dinámica política enfebrecida en la que unas declaraciones se sobreponen a las otras, conviene recordar las palabras de Currin pidiendo paciencia. Una lección que, según dijo, ha aprendido de los diferentes conflictos en los que ha participado como mediador u observador.

El debate, en los pueblos y en la sociedad

En estas escasas dos semanas el debate se ha extendido ya a los pueblos y barrios de Euskal Herria. Evidentemente, el documento de debate de la izquierda abertzale ha vuelto a defraudar a quienes piensan que el conflicto vasco se resolverá en términos de victoria y derrota en vez de en clave de acuerdo político inclusivo. Quienes esperaban una bandera blanca se han encontrado con un sólido documento repleto de ideas claras y, al menos potencialmente, fructíferas de cara a abrir un nuevo ciclo político. Una propuesta «de parte», no hay duda, puesto que se trata de un documento de un movimiento político concreto. Pero de una parte sin lugar a dudas muy importante de cara a una resolución del conflicto. Además, la iniciativa resulta lo suficientemente abierta como para implicar a otros agentes. En ese sentido, también las ejecutivas del resto de formaciones políticas y movimientos sociales están situándose ante el nuevo escenario que parece abrirse camino.

Socialmente la esperanza comienza a ganar adeptos a medida que se conocen más elementos sobre la iniciativa. De hecho, el mensaje básico de los poderes estatales y de los sectores más inmovilistas ha consistido en subrayar que no hay razón para crearse esperanzas. Los mismos que en base a intoxicaciones acusaban a ETA de apostar por recrudecer el conflicto y querer alargarlo indefinidamente por inercias o incapacidades particulares defienden ahora esa postura.

Pero es evidente que en la sociedad vasca el recorrido del discurso de la desazón, la desesperanza, la negación... es muy corto frente al de quien busca soluciones, esperanza, alternativas. Es momento de debate, transparencia, compromisos y paciencia. Esos son los cimientos sobre los que construir la democracia y la libertad.

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