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Xabier Onaindia y Juantxu Izagirre Gernika Batzordea

Una propuesta de consenso

 

No somos ecologistas y no podemos profundizar en las afecciones medio ambientales que una obra como la que se pretende en Urdaibai puede causar, pero las servidumbres en asfalto, iluminación y ruido lo harán irreconocible el lugar de su ubicación.

Tampoco somos economistas y se nos escapan las ventajas que como tractor económico puede tener, pero sabemos que el turismo es un sector muy precario y que a pesar de que las instituciones alaban el presunto éxito del museo nodriza en Bilbo, los vizcainos nos preguntamos por qué tenemos que seguir poniendo dinero para su funcionamiento después de tantos años de éxito.

El modelo de cultura como espectáculo, que es consustancial con la marca Guggenheim, puede ser válido para pueblos con culturas asentadas y que pueden competir en igualdad con el resto, pero no nos parece adecuado para el nuestro, que está en precario y no tiene asegurada ni siquiera la supervivencia del euskara. Decir esto nos asegura la sonrisa despectiva y la mirada de superioridad de los que se presentan modernos y deseosos de aportaciones foráneas. ¡Qué pena que muchos de ellos, siendo tan universales, no hayan tenido tiempo de aprender ni el idioma de su pueblo ni de conocer la obra de Remigio Mendiburu!

Nosotros, Gernika Batzordea, queremos aportar con humildad nuestra propuesta en este debate pensando que es la mejor para la ecología, la economía y la cultura de Urdaibai y, por ello, de toda Euskal Herria. Una propuesta que no es nueva y que seguro tiene más consenso social que las que se barajan.

Ya en el año 76 lanzamos un manifiesto que reivindicaba el Guernica-Gernikara, pues a pesar de que Picasso pintó el cuadro para el pabellón español de la Exposición Universal de París del 37 por encargo del Gobierno Republicano legítimo, nosotros siempre lo hemos considerado como algo nuestro, pues está inspirado en nuestra tragedia. Por ello pusimos en marcha una campaña para traerlo desde el Moma en Nueva York que consiguió la adhesión de miles de personas y cientos de intelectuales y artistas vascos.

Picasso pidió que el cuadro no fuera llevado ni expuesto en España hasta que no hubiera democracia y por ello el Gobierno de Suárez, llamado de transición, puso todos sus recursos para llevar el cuadro a Madrid, porque simbólicamente significaba su homologación democrática. Nosotros, con nuestros escasos recursos, nos entrevistamos con Roland Dumas, ministro de Exteriores francés y albacea del pintor, y con Paloma, su hija, para que accedieran a trasladarlo a Gernika, pero el Gobierno español, representado por José Mario Armero, miembro de la Trilateral, puso en juego todos sus influencias y su dinero para llevarse el cuadro a Madrid el año 81.

Para nosotros fue una derrota más. Para los franquistas un triunfo en su homologación democrática. Para la familia y amigos del artista una burla, pues ahora el «Guernica» se expone en el Reina Sofía, el más monárquico de los museos. Picasso, el republicano, debe de estar retorciéndose en su tumba.

La propuesta de levantar un museo en Gernika para albergar el «Guernica» es desde todos los puntos de vista más ventajosa. Tiene ventajas ecológicas, pues al ser un núcleo urbano no es tan agresiva con la Reserva de Urdaibai como la propuesta de Diputación, que afecta directamente a la ría. Su efecto tractor económico sería igual o superior incluso a alternativas espectaculares como las que se pretenden. Y culturalmente el «Guernica» es un cuadro identitario, que hemos asimilado a nuestra cultura, porque es la expresión plástica de un hecho clave en nuestra historia.

Es hora de retomar la iniciativa y hacer un esfuerzo colectivo, institucional y popular para traer el «Guernica» a Gernika sin aceptar excusas como el Informe Sedano que desaconseja su traslado, cuando no hace un mes que el director del Prado, Miguel Zugaza, ha propuesto que sea llevado al Museo del Ejército en Toledo.

El esfuerzo institucional es sólo cuestión de voluntad política; de que el lehendakari López quiera reivindicarse ante su país y ponga en marcha las influencias que se supone tiene en el PSOE para vencer posibles resistencias. Del esfuerzo popular no tenemos ninguna duda, pues sería satisfacer un deseo ampliamente sentido por todos en Urdaibai y en toda Euskal Herria.

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