«El relativismo cultural resulta suicida para el feminismo»
Nacida en València, Celia Amorós acaba de publicar «Vetas de ilustración. Reflexiones sobre feminismo e islam». En este libro propone un diálogo intercultural entre pensamientos críticos. Amorós no cree en culturas monolíticas y aisladas, sino en una multiculturalidad interrelacionada de culturas cambiantes.
Aritz INTXUSTA |
¿Cómo puede afrontar el feminismo el reto de las distintas culturas?
Primero hay que establecer una distinción entre multiculturalidad y multiculturalismo. La multiculturalidad es el hecho de que coexistan culturas diferentes en el mismo tiempo. El multiculturalismo no es un hecho, sino una posición normativa acerca de cómo deben coexistir o relacionarse esas culturas. El multiculturalismo concibe las culturas como totalidades autorreferidas, homogéneas, estáticas y que se reproducen sin mayor revisión de los códigos culturales. Este concepto de cultura empíricamente es falso. No se puede funcionar con él desde un punto de vista antropológico. Si alguna vez hubo una cultura estática y aislada no lo sé, pero desde luego en la época de la globalización está claro que no es así. Las culturas interactúan, se toman préstamos, se producen hibridaciones, se interpelan e interactúan. No es cierto que los parámetros de las diferentes culturas sean inconmensurables. Las culturas, de hecho, se interpelan constantemente.
Pero pretender exportar los valores occidentales al resto culturas.... ¿No es un poco colonialista?
No es verdad que determinadas prácticas culturales sólo se puedan juzgar desde los referentes de sentido de una cultura. Pongo como ejemplo la ablación del clítoris, no pueden decirnos: «Oye, no nos podéis interpelar desde referentes de sentido de otra cultura». Naturalmente que se puede hacer, podemos interpelar esa práctica desde nuestros referentes porque también esa cultura realiza apropiaciones y rechazos selectivos de valores ajenos y mantiene cierta apertura hacia las demás. Caer en una postura relativista en este punto sería suicida para el feminismo.
¿Cómo interpreta la prohibición del velo que se discute en el Estado francés?
Me parece una medida totalmente pertinente. El velo sirve para marcar a las mujeres como pertenecientes al espacio privado. Ha habido revueltas contra el velo en Irán y en Egipto. Fadela Amara, inmigrante argelina en Francia autora del movimiento «Ni putas ni sumisas», ha defendido siempre actuaciones en esta línea. El velo es un símbolo de opresión. Pienso que, precisamente, para el diálogo intercultural, es necesario crear puntos de encuentro en la laicidad, fuera de dogmas religiosos.
Usted contrapone a esta idea el concepto de «multiculturalidad ilustrada». ¿En qué consiste?
Existe un vínculo esencial entre feminismo e ilustración. No es de extrañar que el feminismo naciera del proceso crítico reflexivo que dio lugar a la Revolución Francesa. Las mujeres se apropian del ideario contra el Antiguo Régimen y van un paso más allá: lo aplican contra la jerarquía sexual. Es decir, trasladan la crisis de legitimidad del sistema criticado al poder patriarcal. Ahora bien, estos procesos ilustrados o criticorreflexivos se han dado en todas las culturas lo largo de su historia, porque ninguna es monolítica, sino al contrario, hablamos de realidades cambiantes. La ilustración, por tanto, no es monopolio de Occidente. Estos movimientos críticos conforman lo que yo llamo vetas de ilustración en las distintas culturas. El diálogo entre distintas culturas sólo es válido de pensamiento crítico a pensamiento crítico, de veta a veta. Sólo así se cumple con un principio de simetría: nosotros criticamos y ellos nos critican. Podemos cuestionar el velo, y ellos pueden criticar el uso de tacones de aguja u otras prendas completamente disfuncionales que visten las mujeres en Occidente.
¿Pero son el feminismo y la ilustración universales?
En primer lugar, como explicó Nancy Fraser, el relativismo cultural supone «un acomodo discursivo inadecuado». Hay diferencias buenas y malas entre culturas. Además, las jerarquías sociales y los sistemas patriarcales opresivos nunca son un rasgo cultural. Yo defiendo una multiculturalidad crítica, propongo contrastar estas diferencias culturales con un valor universal, como es la igualdad, que es un concepto ilustrado. Ahora bien, para huir del etnocentrismo debemos establecer también un canon feminista multicultural, incluir aportaciones de pensadores de otras culturas, como Qassim, Al-Jadri, Musa... Hoy día hay relativamente poco pensamiento crítico en el islam, pero lo hay. Debemos estudiarlos y ayudarlos. Las vetas de ilustración deben interactuar y potenciarse las unas a las otras.
¿Qué vetas de ilustración ha hallado en el mundo islámico?
La ilustración occidental es la más conocida y quizá la más potente, pero existe más de una ilustración. El vínculo entre ilustración y feminismo es tan estrecho que resulta lógico pensar que cuando descubramos una veta en el mundo árabe, encontraremos también feminismo. Por ejemplo, a finales del XIX se produce el llamado Renacimiento egipcio, un movimiento en el que destacó Qassim Amin. Yo le considero el Stuart Mill egipcio. Amin cuestionó todo el sistema de poder en el mundo árabe, pero también luchó por los derechos de las mujeres, en particular contra el uso del velo y el matrimonio concertado. Para Amin, la mujer en el mundo islámico es una «esclava a la que se le obliga a taparse piernas y manos». Esto desvirtúa el cuerpo femenino hasta perder todo rasgo humano. Concluye que la mujer árabe no vive para sí, sino para su marido. Por otra parte, el filósofo marroquí Mohamed al-Jadri escribió un título muy interesante, «Crítica a la razón árabe». Se trata de una propuesta para releer la tradición árabe en busca del espíritu crítico. Al-Jadri se centra en Averroes, el filósofo cordobés que lleva a cabo la división entre filosofía y religión. También en Averroes vemos perlas de feminismo. Este filósofo escribió que la mujer ha perdido toda su virtud moral, porque ha sido relegada al hogar y se le ha negado el derecho a la educación.
«La medida que se estudia en Francia me parece muy pertinente. El velo es símbolo de opresión y el punto de encuentro debe ser la laicidad».