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«Alimentarse bien es fundamental en la salud, pero mucho más en la enfermedad»

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Lucía LABORDA I Jefa de dietética y nutrición del Hospital de Crucea

Catedrática de Dietética y Nutrición, es responsable de este área en el Hospital de Cruces, donde se preocupa no por los pacientes que presentan problemas de obesidad, sino por un carencia que suele pasar desapercibida: la de los enfermos de larga duración que no se alimentan de forma suficiente.

Joseba VIVANCO |

Coincidiendo con la reciente celebración del Día de la Nutrición, el Hospital de Cruces se sumó a una iniciativa de la Sociedad Europea de Nutrición y Metabolismo para estudiar la situación nutricional de un grupo de enfermos hospitalizados, en concreto de cuarenta pacientes ingresados en el área de Medicina Interna. Se calcula que cuatro de cada diez enfermos graves hospitalizados sufren de desnutrición.

¿Qué resultados han obtenido de este análisis?

El estudio finaliza en breve, ya que se valora la evolución de los enfermos durante un periodo, el tiempo que permanecen en el hospital, si son intervenidos o ingresan en la UCI. El objetivo es confirmar si los peor nutridos tienen una estancia más larga y más complicaciones. Los datos se envían a la central, en Viena, y ellos comparan nuestros resultados con el global de todos los enfermos que han participado en el estudio. Mi impresión es la que esperábamos: un número importante de enfermos pierden mucho peso durante su enfermedad y su consumo de alimentos es muy bajo.

Desnutrición. ¿Quién es una persona desnutrida?

La desnutrición se produce por un bajo aporte de nutrientes mantenido en relación con las necesidades. Esto hace que se alteren diferentes funciones corporales. Una persona desnutrida enferma pierde peso porque come poco y su evolución es más lenta y complicada, diferentes órganos no funcionan bien, las heridas cicatrizan peor, aumentan las infecciones, se cansa antes cuando se mueve...

Por cierto, ¿hablamos sólo de personas ancianas?

No, la desnutrición asociada a la enfermedad aparece en cualquier momento de la vida: niños, jóvenes... aunque los ancianos son los más vulnerables porque sus reservas corporales ya están muy reducidas.

Es un problema al que no se le presta atención, ¿ni por los propios familiares del enfermo?

No se le presta atención por los familiares porque algunos sanitarios tampoco se la prestamos.

No les informamos que alimentarse bien es fundamental en la salud pero mucho más en la enfermedad, no les decimos que la nutrición forma parte de su tratamiento, tampoco les enseñamos cómo sacarle el máximo partido a «cada bocado» en estas situaciones de falta de apetito, digestiones pesadas y qué alternativas hay cuando, a pesar de todo, el enfermo no consigue nutrirse correctamente.

¿Qué consecuencias tiene no alimentarse bien durante esa estancia hospitalaria?

Cuando la enfermedad es aguda, al curarnos recuperamos el apetito y como disponemos de muchos alimentos nos recuperamos pronto. En la enfermedad prolongada, la desnutrición se va produciendo a lo largo del proceso, habitualmente empeora cuando los tratamientos son más agresivos y esto coincide, habitualmente, durante la estancia en el hospital. El enfermo está muchos días en ayunas por diferentes pruebas o por tratamientos, con sueros que hidratan pero que no nutren; además, cuando come deja la mitad de lo que se le proporciona y estos bajos o nulos aportes no los recupera, porque en sus días buenos, como mucho, consigue comer justo lo que necesita. No valoramos adecuadamente el consumo de alimentos y la situación nutricional del enfermo y cuando nos damos cuenta puede ser tarde. Es importante pesar a los enfermos periódicamente, valorar su consumo de alimentos y alertarnos con las perdidas de peso progresivas.

Por cierto, a día de hoy ¿qué tal es la comida que se sirve en los hospitales?

Es una comida destinada a personas enfermas, con poco apetito y muchos de ellos desnutridos o con riesgo de desnutrirse. El éxito sería que los enfermos consumiesen la comida que les servimos. El objetivo es aumentar el consumo de los alimentos que ofrecemos al enfermo y para ello necesitamos un enfermo que valore estar bien nutrido, y mejorar y flexibilizar mucho la oferta.

Pero muchas veces esa comida «no entra»...

Pero es importante que sepan que nutrirse bien forma parte de su tratamiento, que aunque comer no sea un placer debe de seguir comiendo y que se puede reducir el trabajo de comer con dietas trituradas, comiendo con frecuencia... A veces, cuando se pierde el apetito necesitan abandonar «dietas» indicadas en otros momentos de su vida porque tenían exceso de peso o el colesterol o el ácido úrico altos. Además, si el enfermo no puede comer se le pueden indicar suplementos o puede necesitar nutrición artificial.

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