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José Luis Orella Unzué Catedrático senior de Universidad

La guerra justa

El autor analiza con ejemplos el significado de la «guerra justa», partiendo de la defensa que el presidente de EEUU, Barack Obama, hizo de este concepto -en referencia a la invasión militar de Afganistán- en el discurso de aceptación del premio Nobel de la Paz. En un repaso histórico, se fija en cómo algunas guerras han sido consideradas «justas» sólo porque respondían en un momento concreto a los intereses del poder. Es el caso de la invasión del Reino de Navarra por parte del duque de Alba en 1512.

Barack Obama fue el cuarto presidente estadounidense que recibió el Nobel de la Paz. Y en su discurso de aceptación como comandante en jefe del ejército más poderoso del mundo, defendió la guerra justa en Afganistán. «Hay momentos en los que nuestras naciones -actuando por separado o en concierto- encontrarán el uso de la fuerza, no sólo necesario, sino moralmente justificado». «No importa cuán justificada esté, la guerra siempre es una promesa de tragedia humana». «Estamos en guerra y soy responsable del despliegue de miles de jóvenes americanos para luchar en una tierra lejana». «Algunos matarán. Otros morirán». «Porque no nos confundamos: el mal existe en el mundo». «Un movimiento no violento no hubiera podido frenar al Ejército de Hitler. Ninguna negociación puede convencer a los líderes de Al Qaeda para que entreguen sus armas». «La fuerza a veces es necesaria, y esto no es una llamada al cinismo, sino admitir la historia y las imperfecciones del hombre y los límites de la razón». «Por esta razón he prohibido la tortura. Por esta razón he ordenado el cierre de Guantánamo». «Estamos perdidos cuando no respetamos los ideales por los que decimos que luchamos». Pero puntualiza: «Ninguna guerra santa puede jamás ser una guerra justa».

El mensaje intelectual de Obama es complejo pero está fundado en la mejor escuela del Derecho internacional que potenció el vasco Francisco de Vitoria. Pero según el profesor salmantino, y lo confirma la historia de líderes de nuestro tiempo, los que se opusieron a la guerra justa, desde unos ideales de liberación, pasaron de ser terroristas a ser considerados padres de la patria. La guerra es justa cuando cumple con ciertas condiciones previas: si se libra como último recurso o en defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional y, en la medida posible, si no se somete a civiles a la violencia.

Y entramos en un ciclo temporal en que revivimos ejemplos memorables de guerra justa en nuestra historia. En 1512 las tropas del duque de Alba entraron en un estado independiente como era Nafarroa para realizar una guerra que según el jurista más prestigioso del momento, Palacios Rubios, fue una guerra justa. Y era una guerra justa contra los reyes soberanos y naturales del reino por varias razones: 1) Porque los reyes Juan III y Catalina eran partidarios de un rey francés herético y excomulgado mientras que el que promovía la guerra, Fernando el Católico, defendía al Pontificado; 2) Porque el Papa, como señor del Universo, siguiendo la doctrina hierocrática por la que se había concedido a Castilla en las bulas alejandrinas la soberanía de todas las tierras descubiertas, había concedido la soberanía del Reino de Navarra a quien impusiera la regular obediencia al Pontífice; 3) Porque los reyes naturales del reino habían optado por el Concilio de Pisa, convocado por los cardenales, contra la opción del V Concilio de Letrán convocado por el mismo Papa.

En consecuencia, los opuestos a esta conquista y que con las armas en la mano intentaron defender los derechos de los navarros agraviados fueron tildados de heréticos y de revolucionarios, fueron encarcelados durante años y se les desposeyó de sus bienes patrimoniales, como por ejemplo a la madre y hermanos de Francisco Javier. Las tropas del duque de Alba se impusieron en Nafarroa y de este modo fructificó la guerra justa promovida por el rey castellano-aragonés Fernando el Católico en una incorporación del Reino de Navarra a la Corona de Castilla.

En 1808-1812 tuvo lugar en España una guerra justa contra los franceses. Es decir, contra los poderes establecidos por los representantes españoles reunidos por Napoleón en el Congreso y en la Constitución de Bayona y que imponían un nuevo orden en España con el rey José I Bonaparte. Ante estas nuevas autoridades constitucionales, algunos obedecieron, como Fernando de la Vera, gobernador militar de Madrid. Pero Luis Daoiz, viendo el cariz que tomaba la presencia de los franceses en España, planeó con Pedro Velarde un alzamiento general. Tras algunos incidentes, el general francés Murat ordenó el 2 de mayo a sus tropas salir de los cuarteles y ocupar los principales puestos, palacios y cuarteles de la ciudad. Por su parte, el capitán Pedro Velarde tomó el cuartel de Voluntarios del Estado y acudió con ellos al parque de artillería. Velarde logró la rendición de la unidad francesa y abrió las puertas a los paisanos que gritaban proclamas contra los franceses. Tras una tensa conversación entre Daoiz y Velarde, ambos optaron por proveer de armas al pueblo y aprestarse a la defensa del parque. Declararon la guerra justa contra los franceses. Los sublevados encabezados por Daoiz y Velarde pasaron de ser revolucionarios guerrilleros a ser considerados salvadores de la nueva patria que se impuso en la Constitución de Cádiz de 1812. Había fructificado el empeño de una guerra justa.

Por esos mismos años, el pueblo latinoamericano había adquirido conciencia de las diferencias existentes entre las metrópolis y los territorios coloniales y, con esta toma de conciencia, comenzó a manifestarse el sentimiento patrio y de identidad nacional. En el proceso de lucha, las colonias vieron surgir un gran número de figuras heroicas que dejaron su huella en el desarrollo de una nueva identidad nacional. Los criollos, respaldados por mestizos, mulatos e indios, lograron sustituir los poderes metropolitanos y asumieron el mando. Basándose en el principio de que la soberanía radicaba en las instituciones criollas, las colonias comenzaron a tomar sus propias determinaciones políticas, lo que, implícitamente, representó el entablar una guerra justa y una separación de España.

Por consiguiente, la élite criolla aprovechó la coyuntura internacional y la debilidad de España para declarar la independencia. La Guerra de Independencia de los pueblos hispanoamericanos fue cruenta y encarnizada. Citemos dos ejemplos. Los independentistas Francisco de Miranda y Simón Bolívar organizaron, en 1810, la Sociedad Patriótica, con el fin de lograr la separación. Venezuela declaró la independencia en 1811 y redactó una constitución que adoptó la forma de gobierno republicano y federal. En México, el padre Miguel Hidalgo se levantó en rebelión en 1810. Este movimiento era esencialmente indígena y campesino, y careció del apoyo de los sectores dominantes como la iglesia y la élite criolla. Ante la derrota y muerte de Hidalgo, en 1811, José María Morelos retomó la lucha armada. Para 1813, éste convocó el Congreso de Chilpancingo, y planteó la independencia absoluta de México.

Pero la guerra justa encabezada por los movimientos populares prevaleció y dio como fruto la creación de un abanico de estados independientes.

Pero uno se pregunta: ¿Quién justifica las razones de la guerra justa tanto la promovida por los estados (Afganistán, Castilla) o por lo movimientos populares de España o de los independentistas americanos?

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