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Un gesto simbólico, pero importante

Si se la compara con la violencia desatada por el Estado de Israel contra el pueblo palestino, probablemente no exista medida política alguna por parte de la comunidad internacional que pueda satisfacer la más mínima petición de justicia. Ni teóricamente ni desde un punto de vista pragmático. Lo cual no evita que existan decisiones que, incluso desde la desequilibrada balanza actual de poder en las instituciones mundiales, puedan al menos anular el chantaje al que somete al mundo el Gobierno de Tel Aviv, limitando a su vez el asedio y la represión a la que éste somete a Palestina. Asimismo, esto facilitaría un acuerdo político justo.

La retirada del apoyo militar y político, así como cierta clase de sanciones, serían un paso en esa dirección. Por eso, si bien desde el punto de vista de las atrocidades cometidas por el Ejercito sionista expulsar a un diplomático -como hizo ayer Gran Bretaña- puede parecer una frivolidad, no deja de ser un gesto relevante desde la perspectiva de la diplomacia. Igual de importante es que tal medida la tome el principal pivote europeo de la OTAN, Londres. También el momento político, cuando Israel está probando a sobrepasar todos los límites de manera provocativa para poner a prueba su inmunidad, haciendo frente incluso a sus aliados.

Quien en Euskal Herria haya intentado aplicar a nivel individual el boicot a Israel propuesto por diferentes organizaciones políticas palestinas y apoyado por multitud de organismos civiles y humanitarios de todo el mundo habrá comprobado que los productos de consumo básicos identificados con el código de barras 729 son escasos en nuestro entorno. No ocurre lo mismo en países como Inglaterra, donde gran parte de esos productos, desde frutas hasta menaje, proceden de la industria israelí. El bloqueo internacional contra Israel no va a venir de iniciativas de los estados que se sientan en el Consejo de Seguridad o en la UE, pero un movimiento civil potente en esos países puede marcar la diferencia. Por eso no conviene valorar el paso dado por Londres sólo desde una dimensión institucional. Hay que situarlo desde una perspectiva sociopolítica.

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