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Eguiguren quizás tenga razón: el Estado no da para más, pero Euskal Herria, sí

La apuesta certificada por la izquierda abertzale en ``Zutik Euskal Herria'' está produciendo un buen número de paradojas. La gran contradicción, recurrente en esta última década, es la de que los mismos partidos estatales que durante años insistieron en instar a los independentistas a participar en las instituciones perseveren ahora en cerrarles las puertas a cal y canto. Otra es que el ministro del Interior que esgrime la disyuntiva «votos o bombas» sea el mismo que lidere una reforma legal para cercenar el derecho al sufragio, y que lo haga cinco días después de que la organización armada a la que se dirige le haya respondido así: «Votos». Y paradoja es también que hace apenas un mes Rubalcaba admitiera que en el futuro habrá que hacer un «ajuste político» y acto seguido proceda al enésimo desajuste anti- democrático.

No sólo desde una mayoría política y social vasca se contempla al Gobierno del PSOE como un estorbo para avanzar hacia la solución. Leyendo a Jesús Eguiguren, su cabeza de puente en Euskal Herria, se puede encontrar un reconocimiento explícito de que el tándem Zapatero-Rubalcaba se ha «borrado» de esta tarea pendiente que debiera ser colectiva. Eguiguren lleva semanas lanzando la idea de que en realidad «los problemas de los vascos los tenemos que resolver los vascos». Según el presidente del PSE, «el Gobierno no podría soportar el coste» de un proceso de solución, de modo que «los partidos vascos tenemos que quitarle esa carga. Es nuestra misión histórica como Gobierno Vasco». Según esta tesis, si la izquierda abertzale avanza «seremos políticos responsables, con visión de Estado, que tendrán ayuda para zanjar un problema histórico sin resolver».

Cada uno es libre de conceder o no credibilidad a esta hoja de ruta. Por si acaso, mientras Eguiguren formula su posición en términos de oferta hacia la izquierda abertzale, ésta le responde en términos de iniciativa unilateral, más sólida en la medida de que no depende de la otra parte. En su debate interno, ha llegado a la conclusión de que no vale con saber que hay una ruta más o menos clara hacia la salida del laberinto, sino que hay que empezar a andar. Parafraseando una canción de moda, ha interiorizado que «lo que me llevará al final serán mis pasos, no el camino». El PSOE deberá elegir si sube al tren o se queda poniendo palos en los raíles.

Ebullición en el ámbito abertzale

Lo importante, por tanto, es lo que hagan quienes en Euskal Herria tienen la voluntad decidida de avanzar hacia la resolución, cómo lo hagan, con quién, dónde, cuándo. El hervidero de nuevas iniciativas de los últimos meses -Independentistak, Hamaika Bil Gaitezen, GaztEHerria...- , aparentemente desordenado pero seguro muy vivo, define de nuevo a una sociedad que no sólo está preocupada por impulsar las expectativas existentes, sino también ocupada en ello.

Esta ebullición tiene como siguiente etapa el Aberri Eguna unitario del domingo. Tras varios años en que la fiesta ha languidecido irremediablemente en un contexto de bloqueo político -y de éxodo vacacional-, el resultado de la cita de Hendaia e Irun servirá para constatar hasta dónde llega la fuerza de esa masa popular que no se resigna al actual statu quo. Una masa que adquiere total protagonismo tras la iniciativa de la izquierda abertzale, que la reconoce ya explícitamente como «la única garantía del proceso democrático». Es una multitud multiforme y plural que se está articulando al margen de las pequeñas miserias de las peleas entre partidos, buscando puntos en común a partir de un simple ejercicio de voluntad positiva y de superar esquemas anquilosados y reticencias mutuas del pasado.

El «franquismo constitucionalizado»

Un Aberri Eguna unitario potente sería la mejor respuesta vasca a la última reforma legal. Justo seis años después de su llegada al cargo, ni una mínima sombra pálida queda del Zapatero cuya llegada permitía prever una «segunda transición». No la logró en Catalunya, y mucho menos en Euskal Herria. Hoy es el día en que no presenta mayor bagaje que haber manipulado las instituciones en contra de la voluntad popular, ya sea en un ayuntamiento tan pequeño como Lizartza o en un gobierno tan grande como el de Lakua. Seis años después, sólo se ha batido el récord en número de presos, se acumulan los reproches internacionales por torturas, la guerra sucia vuelve a primera plana... La negativa a encarar un proceso de solución democrática en Euskal Herria le ha llevado a una involución total.

En estas páginas, el abogado Miguel Castells pone hoy una etiqueta certera a la situación actual: «Franquismo constitucionalizado». Lo dice un protagonista del proceso de Burgos. Y lo prueban hechos como la victoria de Falange en los juzgados, para pasmo de los «progres» españoles. Eguiguren quizás tenga razón: el Estado no da para más. Pero Euskal Herria, seguro que sí.

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