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Fede de los Ríos

Aparten las sotanas de los niños

«Marcial Maciel es un buen ejemplo para la juventud mexicana» afirmó el anterior Papa refiriéndose al fundador de Los Legionarios de Cristo, cuando le llovían acusaciones de que a sus cohortes les pasaba revista más a la manera de Nerón que a la de Julio César

A quien escandalizare a uno de estos pequeñuelos más le valdría que le colgaran al cuello una rueda de molino de las que mueven los asnos y lo arrojasen al mar», eso dicen Marcos y Mateo que dijo Jesucristo. Dos de los evangelistas relatores de la vida del autoproclamado Mesías que cuentan con el beneplácito de la Iglesia católica.

«Marcial Maciel es un buen ejemplo para la juventud mexicana» afirmó el anterior Papa refiriéndose al fundador de Los Legionarios de Cristo, cuando le llovían acusaciones de que a sus cohortes les pasaba revista más a la manera de Nerón que a la de Julio César.

El actual ocupante de la silla de San Pedro intenta echar balones fuera ante las miles de denuncias por abusos a menores urbi et orbi en instituciones de la Santa Iglesia Católica. No cita a Marcos ni a Mateo, recurre al mismo Jesucristo y dice que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pues bien, muchos somos los libres de ese pecado que no entendemos cómo se puede abusar de impúberes y mucho menos ocultar semejantes atrocidades por parte de la jerarquía incluida su graciosa Santidad. Dicho sea con todo respeto, en general son ustedes unos reprimidos sexuales de mierda. No provoque, podríamos lapidarlos.

Recuerdo cuando pequeño, los jueves o viernes en el colegio tocaba confesión. Los varones lo hacíamos en la puerta del confesionario, inclinados y apoyados en una especie de reposabrazos; las mujeres por los laterales, arrodilladas y a través de una rejilla. Decíamos «Ave María Purísima» y una tela oscura cubría nuestra espalda, «sin pecado concebida» respondía la voz de la oscuridad. Por la halitosis y la forma de coger tus manos sabías que era Don José Luis (omitiremos el apellido) el que nos daba clase de religión católica. Hasta el quinto todo transcurría de corrido pero llegado el sexto se congelaba el instante. Cuántas veces, sólo o en compañía, con niños, con niñas o con mayores; cómo y de qué manera, pensando en quién. Y las poluciones nocturnas (el nombre se las trae) por qué, qué tipo de sueños, con qué frecuencia. Al tiempo que notabas la humedad de una de sus manos que asía las tuyas. La otra mano era un misterio. El olor concentrado en aquél cubículo se te introducía hasta la nuca, un olor a rancio mezcla de sotana y cera. Todo porque a mi confesor, el Padre Teodoro, carmelita descalzo que nada preguntaba y todo lo perdonaba quitándole importancia, con setenta años lo habían mandado a Venezuela. Por nacionalista vasco, decía mi abuela.

¿En qué piensan esos hombres vestidos con sotana que se acercan a los niños? ¿Cómo son algunos de sus sueños? ¿Pecaminosamente húmedos, quizás, como los del resto de los mortales? ¿Cuál fue la causa para renunciar a acariciar y a ser acariciados por otro cuerpo? ¿Qué tiene de malo dar y recibir placer? ¿Por qué tanto miedo a estar desnudo abrazado a otro adulto? ¿Qué esconden cardenales y obispos bajo de sus faldones violetas y púrpuras? ¿Y en sus cabezas? Páguense un buen psicoanálisis, follen con mujeres o con hombres y dejen a los niños y niñas en paz de Dios.

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