De la forma más gráfica posible, «qué semana que fue ésta», comentó el portavoz de la Casa Blanca Robert Gibbs, después de que Obama concluyera con su homólogo ruso Dmitri Medvedev detalles de un nuevo tratado START de reducción de armas atómicas.

En seis días, dos de las mayores ambiciones de su Gobierno se hicieron realidad, tras los contratiempos y reveses que habían cuestionado la capacidad del presidente de cumplir con sus promesas electorales de cambio. «Esto demandó paciencia y perseverancia. Pero nunca bajamos los brazos», dijo Obama el viernes al anunciar la firma del tratado de desarme.

Durante la promulgación el pasado martes de la reforma de salud, que culminó una dura batalla política que duró un año entero, Obama había afirmado que «no somos un país que hace lo que es fácil».

Estos éxitos cierran un paréntesis de tres meses donde el jefe de Estado recibió los golpes del fracaso de la cumbre del clima en Copenhague, el atentado fallido contra un avión de pasajeros en Navidad y la pérdida de la mayoría demócrata en el Senado.

Esta semana Gibbs señaló que los dirigentes extranjeros que habían hablado recientemente con Obama le felicitaron por su reforma del sistema de salud. Los analistas dicen que la imagen de un presidente fuerte podría ayudar a Obama a lograr superar obstáculos aún más complejos. «Cuando un presidente se desenvuelve mal en EEUU, se le respeta menos en el extranjero», estimó Julian Zelizer, especialista de historia política en la Universidad de Princeton. La conyuntura económica y el impacto de ésta en la popularidad de Obama tendrá también consecuencias en las elecciones legislativas de noviembre donde los demócratas temen grandes pérdidas.