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El elefante en la cacharrería

Mikel CHAMIZO Crítico musical

Musikene nació en el 2001 envuelto en la polémica. Ese año los tres conservatorios superiores de Bilbo, Gasteiz y Donostia cedían su estatus y su capacitación para expedir títulos oficiales a un único centro sito en el Palacio Miramar. Para su gestión, el Gobierno de Lakua aprobó la constitución de una fundación privada subvencionada con dinero público. Esta fórmula posibilitaba saltarse los trámites legales habituales en las oposiciones públicas, pues se quería contar con un profesorado formado por músicos en activo y de gran prestigio que difícilmente se presentarían a una oposición en un lugar como Donostia. A pesar de las quejas que suscitó este subterfugio, lo cierto es que Musikene abrió sus puertas con una plantilla de profesores deslumbrante: Garth Knox, Sylvain Cambreling, Jorma Panula, Jaime Martín o Asier Polo, entre otros, a los que se atrajo hasta Musikene con estupendos salarios y todos los gastos pagados. Con ese profesorado, Musikene se ganó inmediatamente el prestigio de ser la mejor escuela de música del Estado español, junto con la madrileña Reina Sofía y la ESMUC de Barcelona, y pronto empezaron a llegar alumnos procedentes de todo el mundo. El problema es que, actualmente, con todos los cursos en funcionamiento y una plantilla de 214 profesores para 372 alumnos, el presupuesto se les ha disparado hasta alcanzar una cifra de 32.000 euros de gasto por alumno, cuando en la ESMUC son 9.000. Hay que defender que a los alumnos de Musikene, que estudian bajo una presión terrible, se les obliga a responder por cada uno de esos euros, y que parte de ese dinero se malgasta en aspectos surrealistas como el tener Musikene repartido en cuatro edificios diferentes, alguno de ellos alquilado, porque la tan necesaria sede nunca termina de construirse. Musikene es cara, sí, pero es también un proyecto de enseñanza espectacular que revierte positivamente en la vida musical y social de Euskal Herria de múltiples maneras. El de Carmen Rodríguez Suso, una brillante musicóloga medievalista pero con un perfil muy diferente al de un gestor, parece el típico nombramiento político destinado a desbaratar la dinámica interna de Musikene en aras de un brutal recorte presupuestario. Han metido al elefante en la cacharrería. El problema será que los cacharros queden destrozados y nunca más puedan venderse.

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