Le llaman «profesor Neira», fue en su momento convertido en un ejemplo de ciudadano capaz de arriesgar su vida por defender a una mujer, se le encumbró mediáticamente, lo hemos visto en coma, entubado, recuperado y ahora, aparentemente muy recuperado, ha salido del armario político: es eso que llamamos con bastante aproximación descriptiva un facha. Le gusta más la televisión que a otro Neira que fue novio o marido de la fallecida Carmen Ordóñez, un bailarín reconvertido en tertuliano, un vividor que acabó acusado en varios tribunales por malos tratos por sus parejas.

El Neira actual sale por la televisión dando opiniones bastante peregrinas sobre todo, ha escrito un libro incendiario donde deja impreso su ideario absolutamente franquista, y aquí no se trata de utilizar la retórica clásica, sus afirmaciones son directa e inequívocamente anticonstitucionales, en contra de la democracia que no sea la orgánica del Caudillo, y asegurando que socialistas y nacionalistas deberían estar prohibidos, es decir, encarcelados, perseguidos.

Pero eso no le impide mantener un cargo dado por Esperanza Aguirre como director del Observatorio contra la violencia de género de la Comunidad de Madrid. Este señor, como no podía ser menos, es tertuliano televisivo en las cadenas de la caverna que han copado parte de la oferta en TDT, de los nostálgicos del pasado, de los que están intoxicando, mintiendo y propiciando la reacción más tenebrosa de las fuerzas fácticas. Es el primero en descalificar, en mostrar su agresividad innata, estructural, malediciente, con escasos recursos intelectuales.

Y para terminar su retrato ejemplar, es un pistolero. Quiere ir armado con una pistola debajo del sobaco como han ido siempre los fachas auténticos. Y lo dice delante de las cámaras, lo proclama, lo escupe, lo lanza con soberbia y argumentaciones totalitarias. Según este supuesto profesor, todos tenemos derecho a llevar una pistola. Desde luego habrá que ir pensándolo, porque si tipos como éste la llevan, habrá que prevenirse. Este es el caso Neira, un fenómeno social, mediático y político que ha irrumpido en el discurso del PP más extremo.