Kamikazes a bordo de tres coches bomba lanzaron ayer ataques contra embajadas en Bagdad, provocando al menos 41 muertos y 249 heridos, en un momento en el que las negociaciones para formar un nuevo Gobierno están en marcha.

«Los ataques son atentados suicidas contra las embajadas de Egipto e Irán», afirmó a France Presse el portavoz del mando militar de Bagdad, Qassam Atta. El tercer ataque se produjo «en un cruce cerca de las embajadas de Alemania y Siria».

Según el último balance del Ministerio iraquí del Interior, al menos 41 personas murieron y 249 resultaron heridas en los ataques, que se produjeron con escasos minutos de diferencia.

Dos coches bomba estallaron casi simultáneamente en el barrio de Al-Mansur (oeste), en el que se encuentran numerosos embajadas, mientras que el tercero hizo explosión algunos minutos más tarde ante la Embajada de Irán, en el barrio de Salhiyeh (centro).

Según Atta, las fuerzas de seguridad detuvieron un cuarto coche bomba en Masbah (centro), que aparentemente tenía como objetivo atentar contra el cuartel general de las fuerzas de seguridad encargadas de la protección de las embajadas. El conductor fue detenido y la bomba, desactivada, dijo.

La Embajada de Egipto en Al-Mansur resultó muy dañada. El kamikaze logró pasar varias barreras para hacerse estallar a escasos metros de la entrada.

«He visto el camión. Avanzaba lentamente. Tres guardias de seguridad han abierto fuego para hacerle parar pero ha seguido avanzando y ha explotado», explicó, todavía conmocionado, Said Mohammed. «Quiero preguntar al Ejército cómo es posible que este vehículo llegase hasta aquí», añadió.

Según el Ministerio egipcio de Exteriores, el responsable de la seguridad del edificio, un iraquí, murió, al igual que «varios miembros de la unidad de seguridad». Cuatro empleados egipcios resultaron heridos.

En Berlín, el ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, condenó, en un comunicado, el atentado que mató, según señaló, a un agente de seguridad iraquí e hirió a otros tres.

Ante la entrada de la Embajada de Irán, la calle se encontraba sumida en el caos. Podía verse un cráter de al menos cinco metros de largo.

El encargado de negocios iraní en Bagdad, Kazem Sheij Forutan, declaró a la agencia Fars que «ningún empleado de la cancillería ha resultado afectado».

Cinco cuerpos calcinados eran visibles en el lugar y jirones de carne estaban dispersos por el suelo. Tres cuerpos se encontraban aún en el interior de la carrocería de su vehículo cuando los bomberos trataban de apagar el fuego en los restos de un taxi y un autobús, mientras los policías gritaban intentando alejar a los curiosos.

«Nunca matan a los ministros, a los responsables o a los jefes de Estado. Siempre son conductores de taxi, funcionarios y comerciantes quienes mueren. ¿Cuánto va a durar esto?», preguntó Abu Ahmed, taxista.

«¡Dios mío! ¿Dónde está mi hija? ¿Mariam, dónde estás?», gritaba, desesperada, tirada en el suelo, una mujer en el lugar del ataque.

Para Ziad, oficial del Ejército y herido en la cabeza, «si los partidos políticos no se ponen de acuerdo rápidamente, el país volverá a hundirse en las violencias confesionales».

EEUU, cuyas tropas de combate deben retirarse de Irak en agosto, alertaron de la utilización por parte de Al-Qaeda del vacío de poder tras las elecciones legislativas del 7 de marzo.

Los partidos políticos llevan a cabo difíciles negociaciones para formar el próximo Gobierno, tras la victoria del ex primer ministro laico Iyad Allawi, que superó en sólo dos escaños al jefe de Gobierno saliente, Nuri al-Maliki.

El Papa católico Benedicto XVI, con ocasión de la Pascua, mostró su apoyo a los cristianos iraquíes «ante el sufrimiento que padecen».

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