Ya son nueve las jornadas consecutivas en positivo para el Athletic como local. Pero no será fácil encontrar un sólo rojiblanco que dé por bueno el empate frente al Zaragoza. Porque el equipo bilbaino fue el único que buscó la victoria y porque el punto es insuficiente para mantenerse en la sexta plaza.

En definitiva, que los rivales se salieron con la suya. Lo hizo el Zaragoza, muy conservador, y más convencido de las bondades del empate a cada minuto que pasaba; y también el Villarreal, que corona su remontada haciéndose con el sexto puesto. Igualado a puntos con el conjunto rojiblanco, pero el golaverage a favor.

Algo de culpa tiene, lógicamente, el propio Athletic. Para empezar, por su bajísimo rendimiento a domicilio -el Zaragoza fue, precisamente, el último rival al que derrotó lejos de la Catedral, hace más de cuatro meses-, que convierte cada encuentro de San Mamés en una final, en la que está prohibido fallar. También porque ayer no fue, salvo en algunas fases del segundo tiempo, el equipo arrollador que había convertido su estadio en un fortín en los últimos tiempos. Los bilbainos no supieron imponer en el primer tiempo el ritmo que les convenía y para cuando lo hicieron, ya en la reanudación, el Zaragoza estaba tan encantado con las tablas que hacerse un hueco en las cercanías de su área era prácticamente imposible. Además, las veces en que lo consiguió, el Athletic de ayer se pareció a ese otro que hace las maletas y se olvida de meter el olfato dentro.

Porque ocasiones, si no demasiadas ni excesivamente claras, hubo. Pero no goles. Toda una novedad en San Mamés, donde hacía siete meses que los rojiblancos finalizaban un encuentro sin mojar. Fue en la quinta jornada, allá por setiembre, cuando sucumbieron con estrépito ante el Sevilla. El Zaragoza se convirtió ayer en el segundo miembro de ese club,

Ocasiones haberlas, hubo. Y eso que el Athletic no empezó el partido tan revolucionado como acostumbra en San Mamés. Lo impidió un Zaragoza que no se complicaba en defensa e intentaba eternizarse cuando tenía el balón. Entre De Marcos, muy activo en su inesperado regreso a la titularidad; Susaeta, de vuelta en la banda; y Llorente, que bajó un sinfín de balones para sus acompañantes, gestionaron las acciones más peligrosas del Athletic. La mejor llegaba a la media hora, con un centro de Gabilondo que De Marcos remató como pudo para que Roberto se luciese.

Mejoró la cosa tras el descanso, con un Athletic que quiso hacer bueno el slogan de uno de sus anunciantes, soltando «las fieras» y provocando que su rival, por fin, empezara a agobiarse. Un par de incorporaciones de Iraola, un par de remates de Llorente, un par de buenos centros de Castillo y San Mamés se calentó. Pero no lo hicieron los maños, que cerraron aún más sus filas.

Hacía falta una guindilla que encontrase huecos y en el Athletic tiene nombre propio, Iker Muniain, que ya revolucionó el partido de la primera vuelta en La Romareda. No fue suficiente y Joaquín Caparrós, que ya había apostado por Yeste minutos antes, decidió meter más chispa con el último delantero que le quedaba en el banquillo. Pero tampoco la entrada de Iñigo Díaz de Cerio consiguió acabar con la maraña defensiva de los aragoneses que, en los últimos minutos, incluso tuvieron el descaro -primera y última vez en toda la tarde- de buscar las cosquillas a Iraizoz.

Por fortuna, el fútbol no fue tan injusto con el Athletic que el lunes viajará a Iruñea con motivación añadida. Todo lo que no sea un triunfo -por mucho que la irregularidad sea un mal común- puede costar muy caro.