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ANÁLISIS I crisis económica en grecia

Los muchachos del FMI

Un repaso a las estadísticas proporcionadas por Eurostat sobre las cuentas públicas de los 27 países de la UE permiten prever las consecuencias que tendrá el plan de austeridad que la Unión Europea y el FMI van a imponer a Grecia como parte del tan anunciado «rescate». El Gobierno portugués ha optado por otro camino: subir los impuestos a los más ricos.

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Isidro ESNAOLA I Economista

Ayer se reunieron los responsables de finanzas del Eurogrupo para dar el visto bueno al plan que ha preparado el FMI para Grecia. «Salvar» o «ayudar» a Grecia es mucho decir, sobre todo cuando detrás de los planes está el FMI, que lleva un gran número de catástrofes sociales y económicas acumuladas a sus espaldas. En cualquier caso, justo antes de que el Gobierno de Grecia pidiera activar el mecanismo de ayuda, la Oficina Europea de Estadísticas, Eurostat, publicó los datos sobre la situación de las cuentas públicas de los 27 países de la Unión Europea. Creo que merece la pena detener la atención por lo menos en cuatro de ellos.

En primer lugar está el caso de Grecia, que se encuentra en el centro del torbellino. Como se ve en el cuadro adjunto, la riqueza creada ha caído, la deuda pública ya supera la riqueza y el déficit en las cuentas del Estado llega al 13,6%. Nada que no se sepa ya. Dicho de otra forma, el barco griego encoge, está tan lleno de agua que ésta ya rebosa por los cuatro costados y además tiene un agujero que ocupa el 13,6% del casco de la nave por donde no para de entrar agua. Para reflotarlo, primero hay que tapar el agujero o, lo que es lo mismo, reducir el déficit de las cuentas públicas y luego empezar a achicar agua, es decir, pagar la deuda. Otra solución sería aumentar el tamaño del barco, o sea, que la economía crezca. Pero de esta segunda opción nadie habla. Para conseguir esos objetivos, la Unión Europea y el FMI están pidiendo a Grecia que suba los impuestos, fundamentalmente el IVA y los especiales sobre la gasolina y el tabaco, y baje los gastos, esencialmente el sueldo de los funcionarios públicos, y congele las contrataciones en el sector público. Le piden también que congele el sueldo de los trabajadores privados, no tanto en solidaridad con los empleados públicos, sino más bien para que la producción griega recupere competitividad, pero bueno, este es otro tema.

Un país que ha seguido este programa a rajatabla desde que quedó en manos del FMI allá por el año 2008 ha sido Letonia. En el cuadro adjunto se puede observar que la riqueza ha caído en un año nada más y nada menos que un 18%, el paro se ha disparado desde el 7% hasta el 17,1% y, según el último dato de marzo de 2010, llega ya al 22,3%. A día de hoy es el único país de Europa que supera al Estado español en porcentaje de parados. La economía ha encogido brutalmente pero si observamos el déficit público, éste ha continuado subiendo, pasando del 4,1 al 9% del PIB, o sea que el objetivo declarado de todas estas medidas tampoco se ha cumplido. Viendo estos resultados, cualquiera diría que los muchachos del FMI son bastante «paquetes». Por eso, el Gobierno portugués ha optado por otro camino y, aunque ha recortado algunas prestaciones públicas para reducir gastos, ha decidido además crear un nuevo impuesto sobre las plusvalías obtenidas en bolsa y aplicar el 45% a los tramos más altos de renta, es decir, subir los impuestos a los más ricos. De esta forma, obliga a una mayor aportación a aquellos que más tienen, lo que además de ser más justo, genera un menor impacto en la recuperación económica.

En cuanto al Estado español, sigue el camino de Grecia. Tiene un boquete en el casco de dimensiones parecidas. La diferencia es que el agua solamente ha inundado las bodegas hasta la mitad (53% de deuda), pero a este paso todo llegará. Otra diferencia es que el Estado español ya ha subido los impuestos especiales y el IVA subirá en julio y, a pesar de ello, no se ve ninguna mejoría en las cuentas públicas. El problema es que desde que Rato dijo aquello de que «hemos conseguido bajar los impuestos y subir la recaudación», los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE no han hecho otra cosa que destrozar el sistema fiscal cargando todo el peso de la recaudación en los impuestos indirectos y las tasas y en las nóminas de trabajadores y trabajadoras. Pero, cuando el paro se dispara la recaudación cae en picado porque se pierden un montón de nóminas; y si además la actividad económica flaquea, los impuestos indirectos y las tasas simplemente dejan de recaudar. De esta forma ha pasado de recaudar el 40% de la riqueza a solamente el 34%, la mayor caída de toda la Unión Europea, lo que deja el peso del sector público al nivel de Letonia, Lituania o Rumanía. Con estos mimbres difícil será ahora tapar el agujero. Es en este momento cuando se están notando los daños provocados por todas las bajadas de impuestos durante los años de bonanza económica siguiendo las doctrinas liberales. Sin embargo, todo indica que el Gobierno quiere seguir por el mismo camino que Grecia y Letonia.

En este panorama destaca la situación de Suecia. La crisis económica apenas ha afectado la recaudación; el agujero en los presupuestos públicos es muy pequeño, solamente 0,5%, y eso que la parte de la riqueza que maneja el Estado es del 56% y la economía ha caído el 3,1%. La deuda, por su parte, es apenas el 42,3% de la riqueza. Suecia ha hecho caso omiso de las recetas liberales y ha mantenido su estado de bienestar, tanto en el apartado de ingresos, con un sistema fiscal relativamente justo, como en el de los gastos, invirtiendo en una amplia red de servicios sociales que crea y mantiene el empleo y mejora la calidad de vida de la gente al proporcionar servicios útiles. Una política que, alejada de la doctrina liberal, no proporciona grandes crecimientos en las épocas de bonanza pero que resiste bien las crisis dando, asi mismo, seguridad a sus habitantes. El paro ha subido un 2,1% en el último año, nada que ver con lo que tenemos alrededor.

Además, Suecia decidió no entrar en la zona euro y, por lo tanto, mantiene un importante resorte de soberanía económica como es la moneda propia que le permite revaluarla o devaluarla según las circunstancias, cosa que no se pueden permitir otros países como Grecia, Portugal o el Estado español.

Como se puede deducir de estos ejemplos, los programas de rescate auspiciados por el FMI, y en este caso apoyados por la Unión Europea, no están diseñados para fomentar un desarrollo basado en las necesidades internas del país en cuestión, que es a fin de cuentas para lo que tiene que servir la economía, sino para colocar a dicho país en una posición totalmente subordinada y dependiente dentro del mercado mundial o, como se decía antes, dentro de la división internacional del trabajo. A pesar de toda la retórica liberal que los acompaña, estos programas ni recortan el déficit ni sanean las cuentas; para lo único que sirven es para destruir la economía local y dejar los trozos más apetecibles en manos de los grandes tiburones internacionales.

Con o sin FMI de por medio, se nos viene encima un ajuste de esas características. Más vale que pongamos nuestra txalupa a navegar antes de que lleguen los muchachos del FMI.

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