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TRAS LAS ELECCIONES EN GRAN BRETAÑA

El órdago de Brown abre la puerta a la coalición laborista-liberal

El primer ministro británico, Gordon Brown, dimitirá en setiembre para facilitar una coalición con los liberal-demócratas de Nick Clegg. Los conservadores, por su parte, les ofrecen ahora el referéndum sobre la reforma electoral.

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Soledad GALIANA | DUBLÍN

Ya sin cartas en la manga, todos los ases están sobre la mesa. Los liberal-demócratas han conseguido revolucionar la escena política británica tan sólo tres días después de las elecciones que les han convertido en el peso que inclinará la balanza de poder hacia conservadores o laboristas.

Si en un primer momento el líder liberal-demócrata, Nick Clegg, había anunciado que había que permitir a los conservadores formar Gobierno -que el líder conservador David Cameron prefiere sea de coalición con los liberal-demócratas para garantizar una estabilidad frente a un pacto parlamentario con otros partidos minoritarios haría imposible- el hecho de que estos se negaran a negociar aspectos claves del programa electoral liberal-demócrata en conflicto con políticas conservadoras y la falta de acuerdo después de tres días de reuniones ha abierto la puerta de la negociación con el laborismo. Y Brown ha ofrecido el sacrificio de su carrera política, el mayor obstáculo para un Gobierno de coalición con los liberal-demócratas, por un futuro gobierno de «fuerzas progresistas».

La declaración de Brown, que incluye el abandono del liderazgo del laborismo y del Ejecutivo británico en setiembre, ha sido recibida por Clegg como un «anuncio que puede ser un elemento importante en una transición suave hacia un Gobierno estable que la gente merece, sin, por supuesto, predecir o interferir en el resultado de las negociaciones que mantendremos con el partido laborista». Con esta declaración Clegg hace un guiño al laborismo, que es el hogar natural para los liberal-demócratas.

Sin embargo, las negociaciones con los conservadores, que después de la declaración de Brown anunciaron que concederán el referéndum en reforma electoral que los liberal-demócratas desean -y que los laboristas ya habían puesto sobre la mesa-, aún no han terminado. Sin embargo, la oferta del portavoz de Finanzas conservador, George Osborne, es un ultimátum, y Clegg puede verse obligado a decidir con qué partido forma coalición antes de lo esperado.

Los liberal-demócratas ya han anunciado que necesitan más información sobre la oferta de referéndum de los conservadores, pero que también hay otras cuestiones pendientes, como la reforma educativa y fiscal. Mientras los conservadores clarifican y ultiman su oferta, las reuniones entre liberal-demócratas y laboristas se iniciaron la pasada noche, aunque informalmente ya mantuvieron reuniones el domingo y Clegg ya se había encontrado con Brown ese mismo día. Quizás Clegg ya habría señalado a Brown cuál era la situación de las negociaciones con los conservadores y cuál era la base para una posible coalición con los laboristas.

Por ello, Brown decidió esperar hasta conocer el resultado de la reunión de ayer de Clegg con su grupo de diputados. Minutos después de hacerse público que los liberal-demócratas no sólo tenían dudas sobre al acuerdo con los conservadores y que recomendaban a Clegg que «escuchara» a los laboristas, Brown anunciaba su dimisión, tras resaltar las coincidencias entre laboristas y liberal-demócratas: una visión europeísta para solucionar la crisis económica no sólo en Gran Bretaña, sino en la UE; la reducción del déficit, el crecimiento económico y la creación de empleo; la estabilidad de los mercados y la reforma política y electoral.

«Hay una mayoría progresista en Gran Bretaña, y creo que es en el interés de la totalidad del país el que formemos una coalición progresista de Gobierno», apuntó Brown, quien a continuación anunció que para facilitar la creación de esa coalición abandonará el liderazgo del laborismo y del Gobierno británico.

La decisión de Brown ha sido apoyada por los miembros de su gabinete, aunque se han oído voces opuestas a esta coalición incluso desde el laborismo, como la del que fuera secretario de Estado en el norte de Irlanda, John Reid, que creen que el partido debería formar parte de la oposición mientras reconstruye la confianza de sus bases en lugar de entrar en una coalición de Gobierno en la que verá sus manos atadas no sólo por los liberal-demócratas, sino también por los nacionalistas escoceses y galeses, -o los norirlandeses del SDLP, DUP y Alliance, la independiente y el diputado de los verdes- cuyo apoyo parlamentario es necesario -y ya ha sido ofrecido- para formar Gobierno.

Por su parte, el portavoz conservador, William Hague, pidió a Clegg que acepte su oferta de un referéndum sobre un sistema de voto alternativo, apuntando que un acuerdo con los laboristas significaría «el segundo primer ministro no elegido» (refiriéndose al hecho de que Brown heredó la jefatura de Gobierno de Tony Blair y quienquiera sea elegido como su sustituto no habrá sido la persona que ha liderado al partido en las elecciones).

Hague apuntó que una coalición con los conservadores es la única posibilidad de garantizar un «Gobierno fuerte y estable»», al obtener una mayoría parlamentaria de 76 votos que les facilitaría no tener que contra con ningún otro partido. Desde los conservadores también se han oído voces críticas, que afirman que los conservadores se han vendido demasiado fácil y rápido a los liberal-demócratas.

Así pues, en todos los partidos existen desacuerdos, pero los liberal-demócratas tienen ahora la última palabra... Una alianza con los conservadores se augura difícil política y moralmente -políticamente opuestos en cuestiones sociales y en sus programas de reformas-, y una coalición con el laborismo plantea dificultades como el apoyo al partido castigado por el electorado, aunque facilita la implementación de un programa con objetivos comunes. La respuesta se necesita cuanto antes.

Laboristas y tories exigen decisión a Clegg

Ultimátum conservador, oferta irrenunciable laborista. El líder liberal-demócrata debe decidir ya. Ese es el mensaje a Nick Clegg, que se encuentra en una situación inmejorable pero terrible, ya que su decisión no sólo afectará la formación del Ejecutivo, sino al futuro de su partido, que podría fracturarse entre aquellos que apoyan una coalición innovadora con los conservadores y aquellos que quieren volver al hogar progresista de los laboristas.

El ministro de Finanzas, Alistair Darling, pedía a conservadores y a liberal-demócratas que decidieran ayer si seguían negociando o si la falta de acuerdo abría la posibilidad de una negociación entre el partido de Clegg y los laboristas. «Creo que llega un momento en el que hay que decidir si hay acuerdo o no», apuntaba el ministro laborista. La decisión de los liberal-demócratas de abrir negociaciones debe satisfacer al ministro.

Si en algo coinciden todos los partidos es en que la incógnita de quién formará el nuevo Gobierno es un factor que podría incidir negativamente en la economía británica con la aparición de aún más inestabilidad en mercados financieros.

Anoche los liberal-demócratas seguían reunidos. Clegg recibió dos llamadas del líder conservador, David Cameron, para clarificar su oferta de un referéndum sobre la reforma electoral, así como otros flecos de la negociación, pero los círculos políticos opinan que la declaración de Brown y su anuncio de dimisión forman parte de la conversación que mantuvo con Clegg el domingo y que el acuerdo entre ambos es cosa hecha. S.G.

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