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Dos amigos refugiados en sus retratos para olvidar la prisión

Nacieron a finales del siglo XIX en Madrid y desarrollaron sus carreras en Gipuzkoa en los año 20 y 30; sin embargo, la amistad de los ilustradores Pedro Antequera Azpiri y David Álvarez se acabó consolidando en la prisión Conde de Tonero después de la Guerra del 36. La exposición «Retratos desde la prisión» intenta ahora reparar el olvido al que fueron condenados estos dos artistas. Las caricaturas, dibujos y carteles fueron el refugio que encontraron para evadirse de la dura realidad que les tocó vivir.

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Itziar AMESTOY

Sorprende ver cómo, incluso en las situaciones menos favorables, hay artistas que luchan por mantener viva su creación, en la que encuentran refugio para seguir adelante. Un caso peculiar es el que cuenta la exposición «Retratos desde la prisión». En ella, Mikel Lertxundi Galiana ha reunido el trabajo de dos ilustradores que, aun nacidos en Madrid, estuvieron estrechamente ligados a Gipuzkoa. Pedro Antequera Azpiri y David Álvarez tuvieron, además de un perfil creativo similar, vidas que transcurrieron en paralelo. La culminación ha llegado con varias décadas de retraso con una exposición en común. Actualmente, «Retratos desde la prisión» está visible en el Centro Documental de Memoria Histórica de Salamanca. Aun así, la unión de ambos artistas con el territorio guipuzcoano convierte a éste en un lugar idóneo para acoger la muestra. Un interésreconocido por el responsable Lertxundi Galiana, aunque sin adelantar por el momento fechas ni ubicación concreta.

El comisario de la exposición explica el origen de la misma. Como historiador de arte, con gran vinculación al Museo de Bellas Artes de Bilbo, está especializado en los artistas vascos del siglo XIX y las primera décadas del XX y lleva desarrollando durante varios años una investigación sobre Antequera Azpiri. Nacido en Madrid, este artista se instaló en Donostia por el año 1919 con una incipiente vocación artística. La elegancia que muestra en sus ilustraciones para publicidad, carteles o chistes gráficos fue lo que interesó a Lertxundi Galiana. «Al final, localicé en manos de la familia un primer fondo de retratos hechos en prisión», describe. Tirando del hilo, halló más trabajos entre los que se encuentran un caricatura de David Álvarez y, viceversa, un retrato de Antequera Azpiri dibujado por Álvarez. Para un comisario con amplia trayectoria en exposiciones vinculadas a artistas vascos, un nombre que suene a desconocido resulta, cuanto menos, intrigante. Intriga que aumenta al comprobar que no existen referencias sobre él ni en sus bases de datos, ni en la bibliografía, ni en la prensa de la época.

Con este punto de partida, comenzó el trabajo de conocer de quién se trataba y cuál había sido su trabajo. Tras una ardua tarea, resume que David Álvarez llegó a Tolosa a los seis meses de edad. Sus primeros años en el mundo artístico transcurrieron con pocas posibilidades de mostrar sus obras y con un círculo de influencias limitado.

Según han concluido las indagaciones del comisario, ambos artistas se conocieron en Donostia el mismo año en el que Antequera Azpiri llegó a la capital, en 1919. Aun y todo, fue al año siguiente cuando participaron juntos en un mismo acto, en el catálogo del VI Salón de Humoristas en el Círculo de Bellas Artes. Para aquella época, Antequera Azpiri ya había expuesto en varias ocasiones por Euskal Herria y se había iniciado como cartelista e ilustrador. David Álvarez expuso por primera vez de forma individual en 1921.

Tal y como describe Mikel Lertxundi Galiana, es «curioso» cómo ambos artistas se instalan en Madrid ambos el mismo año, en 1934. Fue allí donde les sorprendió la Guerra del 36, ante la cual ambos artistas «se decidieron a bajar a la arena y luchar por unos ideales, por una causa que consideraban justa». Antequera Azpiri realizó caricaturas e ilustraciones de corte político, muchas de ellas en el diario «Política». Todas estaban firmadas con sus dos apellidos o sus iniciales, sin ocultarse bajo ningún seudónimo. En 1938, dio un paso más y se unión al Negociado de Prensa del Servicio de Investigación Militar. A David Álvarez, por su parte, la guerra le llegó cuando «más estaba creciendo en su dibujo y en un momento dulce de trabajo», colaborando con la revista «Juventud» y haciendo encargos para el Magisterio Español. Se alistó en las Milicias Vascas Antifascistas desde su origen, aunque ganó protagonismo cuando las empezó a dirigir Antonio Ortega, a quien conocía de la cárcel de Ondarreta donde permanecieron recluidos por haberse sublevado contra el Gobierno Civil.

Después de luchar hasta el último momento, cuando la caída de Madrid fue inminente, Antequera Azpiri intentó viajar a un puerto de Levante rumbo al exilio, algo que no consiguió. El 2 de mayo de 1939 ingresó en la prisión Conde de Tonero, donde David Álvarez llevaba dos días. Esta cárcel, según relata Lertxundi Galiana, fue una de las peor preparadas para soportar el internamiento masivo de presos. «Pese a las penurias materiales y de abastecimiento, la reclusión de numerosos intelectuales entre sus muros posibilitaba el desarrollo de un sistema de distribución del conocimiento entre los presos». Por delante, tendrían 15 meses de convivencia.

A pesar de la represión franquista, los artistas se refugiaron en su creación para seguir combatiendo por sus ideales y resistiendo ante la soledad a la que les tenían confinados. Antequera Azpiri y Álvarez continuaron siendo artistas durante el encarcelamiento. Aun así, Lertxundi Galiana relata que la determinación de la resistencia no era suficiente «sin los medios necesarios para llevarla a cabo». Fue a través de la colaboración exterior, en estos dos casos de sus respectivas mujeres, la que les permitió proveerse de papeles, lápices, tintas y acuarelas. Dentro del clima franquista, fue «sorprendente» que obtuvieran autorizaciones para difundir su trabajo entre el resto de presos y que se les permitieran trabajar en los Talleres de Artes Plásticas. El régimen empleó los trabajos para decorar las mismas cárceles, incluso otro tipo de instalaciones oficiales.

David Álvarez organizó una exposición de retratos, en la que se incluían compañeros y carceleros, a comienzos de octubre de 1939. Según asegura el comisario de «Retratos de la prisión», el regalo de poemas y escritos era frecuente entre los presos. Esta camaradería servía para verter un poco de luz en momentos oscuros. En otras ocasiones, los artistas se prestaban a retratar a sus compañeros, para que éstos los enviaran a sus familiares. En estos casos, el realismo en la obra desplazaba a la caricatura. Aun y todo, la versatilidad del lenguaje fue una de las características de Antequera Azpiri.

La exposición reúne retratos, tanto realistas como caricaturizados, de otros artistas que coincidieron con ellos en prisión. Se pueden citar los escritores Antonio Buero Vallejo y Félix Urabayen, los arquitectos Vicente Eced y Rodríguez Suárez, el músico Aurelio Isquiano, el boxeador Emilio Orozco, o el caricaturista Alfaraz, entre otros. Resultan interesantes los retratos que los dos dibujantes se hicieron uno del otro y un «magnífico retrato de David Álvarez dibujado por Buero Vallejo, que entonces todavía aspiraba a convertirse en pintor».

A la espera de que la muestra pueda llegar a Gipuzkoa, este mes seguirá en Salamanca reparando el olvido al que fueron sometidos. David Álvarez fue fusilado en 1940, aunque lo «mataron» una segunda vez borrando su obra, incluso reproduciendo sus dibujos sin su firma. Antequera Azpiri inició un periplo por las cárceles franquistas hasta 1943, cuando empezó a encontrar todas las puertas cerradas y una complicada reinserción. «Después de nuestra lucha en los 20 años de arte y buena amistad», escribió Álvarez en el retrato de Antequera Azpiri. Ahora, 70 años después, vuelven a encontrarse.

La culminación de un capítulo sin cerrar

El comisario de la exposición “Retratos desde la prisión” explica cómo fue la inauguración de esta muestra que reúne las obras de David Álvarez y Pedro Antequera Azpiri. Fue un momento muy emotivo el unir los trabajos de dos artistas que tuvieron vidas paralelas y, con ello, conseguir juntar a las familias. «Cuando asistes a ese tipo de cosas, te das cuenta del interés de la memoria histórica; no son capítulos cerrados para esta gente», relata Mikel Lertxundi Galiana. El comisario esperaba que esta celebración, junto a los hijos de ambos artistas, fuera emotiva, «pero no tanto». A pesar de haber transcurrido 70 años, las vivencias siguen estando a flor de piel, «son capítulos que no están cerrados». La exposición no reparará el fusilamiento de Álvarez o las penurias que vivieron en Conde de Toreno, pero resarcirá el olvido al que intentaron llevar sus creaciones. En el caso de Álvarez, rescata la obra de un artista olvidado y la une a la de su amigo Antequera Azpiri. I. A.

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