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Raimundo Fitero

Los desheredados

Un partido de fútbol tan cargado de emocionalidad, patrioterismo y difusión, provoca unos efectos colaterales que podríamos considerar irreparables. Todo lo que no sea ese partido queda fuera del mando y quienes están al frente de programas que mantiene sus contenido pueden considerarse los desheredados. Si Tele 5 consiguió una sesenta y nueve por ciento de audiencia, significa que el resto se fragmentó de tal manera que en algunos momentos, programas coincidentes en horarios como «El Intermedio», o «El Hormiguero», o el noticiario de La 2 se quedaron en audiencias realmente ridículas, testimoniales, en algunos casos sin llegar al uno por ciento, y en otros superando esta unidad por muy poco.

Y la pregunta es ¿qué se puede hacer en estos casos? Y la respuesta no puede dar ninguna pista que supere la tozuda constancia del uso del fútbol de selecciones como instrumento de cohesión circunstancial y momentánea, y que no debe confundir a los grandes acumuladores de demagogias, pensando que cada uno que mira este tipo de partido se trata de un españolista, sino de alguien que se deja llevar por este tsunami, en ocasiones sin ninguna postura crítica, aunque en otros muchos casos sea un placer o identificación meramente coyuntural, futbolera, acrítica y que conforma un espacio neutral, ni rojo, ni rojigualdo, ni todo lo contrario, es decir de idiotas, o de idiotas ilustrados, que disfrutan con este deporte que provoca la atención de tantos millones de seres humanos en el globo terráqueo, creando una burbuja interclasista que escapa al control o que es un control en sí misma.

Poco o nada se puede hacer ante estos acontecimientos. No hay posibilidad de contraprogramación efectiva. Está claro que hay almas que no quieren ver estos asuntos, pero en los momentos precisos como el comentado son una inmensa minoría muy mal contabilizada, y hasta es muy probable que quien no quiere saber nada, de verdad, no sepa, ni siquiera nada, de la propia televisión. La oferta televisiva de este Mundial es global, es decir, en todo el mundo a la misma hora, el mismo partido. Las cifras asustan. Y conforme avance la intensidad será mayor. Un negocio absoluto.

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