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Raimundo Fitero

Exageraciones

Si nos atenemos a los titulares de los medios de comunicación de todo el mundo, y muy concretamente en el Estado francés, se comprenderá que este asunto que ahora nos entretiene, el fútbol, escapa a cualquier análisis dentro de unas coordenadas de lógica y rigor y se desparrama por todos los estamentos sociales, llegando a convertirse en un asunto de Estado, como lo demuestra que la floja actuación de la selección dirigida por Domenech, con su salida de manera fea de las posibilidades de ganar el Mundial, se está tiñendo de intervenciones exageradas desde una intervención directa de la presidencia de la República, y comentarios y opiniones que provocan miedo, ya que se tratan asuntos que forman parte de un ideario ultranacionalista.

Está claro que Sarkozy se apunta a cualquier cosa que le proporcione unos minutos más de imagen televisiva. Pero que llame a palacio a uno jugador para que le explique las circunstancias que han llevado al deterioro en las relaciones entre los seleccionados que se ha transformado en un ridículo mayúsculo en los campos de fútbol y hasta en un motín, con jugadores que se negaron a entrenar en primer lugar y a jugar en segundo lugar. Algo complicado de entender.

Pero lo grave no es que se les señale en la prensa y en la calle, que exista una opinión en contra de estos jóvenes millonarios, sino que se empleen argumentos xenófobos, racistas, socialmente impresentables. Y es que se les acusa de no sentir los colores de la bandera francesa porque son franceses de segunda o tercera generación, hijos de emigrantes de países africanos, y de orígenes muy humildes, nacidos casi todos en los barrios más degradados de las ciudades francesas. Estos excesos en la incriminación son parte de una sintomatología que atraviesa Europa, y que en el Estado francés ha tenido canalizaciones dentro de opciones electorales, pero que no anuncian nada bueno. El mensaje es tremendo, porque esos mismos jóvenes, ahora estigmatizados, son los mismos que ganaron hace muy poco copas de Europa y del Mundo, y nadie les recordó su pasado, sino que les declaró franceses de pro. Son franceses si ganan. Y si pierden, abren dudas. Residuos colonialistas.

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