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Anjel Ordóñez Periodista

La violencia, el insulto y la ponzoña

Civilización, peligroso concepto. A lo largo de la historia, lejana o reciente, ha sido arma letal al servicio del tirano, de argumento incontestable para estabular al disidente, para despojar al discrepante, para suprimir al opositor. Civilización, no definida en positivo, no como sinónimo de cultura, entendida ésta como forma de interpretar la existencia y, por lo tanto, tan plural como permite el complejo resultado de combinar las coordenadas del espacio y el tiempo. No. Civilización definida en negativo, por oposición a todos aquellos valores que el poder sitúa fuera de los estrechos márgenes que determinan el control social. Civilización, estructurada con detalle infinitesimal según las leyes de la doma y el sometimiento, del amaestramiento y la dominación. Civilización como esclavitud que amarra al ser social a un sistema cimentado con una argamasa fraguada a partes iguales con represión y fingido bienestar.

Dijo Freud que la civilización la fundó aquel que, por primera vez, insultó a su enemigo en lugar de arrojarle una piedra. Como gran parte de las sonoras frases de los grandes nombres del pensamiento, carece de contexto. Y fuera de contexto, la violencia puede parecer siempre despreciable, pero no olvide nadie que la violencia legal, institucionalizada, ejercida desde el poder, ya sea político, económico o social, es parte de esa civilización. Parte sustancial, primaria.

Vivimos tiempos violentos. Excepcionalmente violentos. ¿No es acaso violenta la forma con la que las clases dominantes han decidido solventar eso que han llamado crisis? ¿No son violentos los recortes en la protección social de las víctimas de esa crisis? ¿No es violenta la reforma laboral con la que el Gobierno español se ha unido sin rubor a la patronal para hundir a la clase trabajadora en la precariedad y la miseria? ¿No es, incluso, violenta la imposición de unos servicios mínimos que, de facto, anulan el derecho a la huelga? Dijo ayer la patronal que las huelgas no son «la respuesta constructiva que de todos se espera y necesita». Que no son civilizadas. ¿No es ésa una piedra, afilada y ponzoñosa?

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