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Maite SOROA

Ahora amenazan con terribles sufrimientos

L a verdad es que cuando se desmelenan, los agoreros de la prensa española resultan graciosos. Ayer, Manuel Molares do Val, en «Periodista Digital» aseguraba a sus lectores que «es tal el cansancio que provoca escuchar las continuas exigencias de los nacionalismos autonómicos que muchos españoles apoyan ya la independencia de Cataluña. Creen que son ya demasiadas décadas de quejas, reivindicaciones y chantajes. `¡Vale, que se vayan y nos dejen en paz', dicen con irritación creciente». Pues mira que bien. De lo más civilizado.

Según el columnista, tan generosas y razonables personas «son gentes que se alegraron del triunfo de la Selección Española de fútbol, plagada de catalanes, sí, pero también de imprescindibles héroes madrileños, asturianos, andaluces y un genial manchego: su unidad y el seleccionador salmantino hicieron el milagro». No se entiende muy bien qué tiene que ver lo de `La Roja' con la independencia.

Sigamos leyendo, a ver si se aclara: «La ruptura, pues, no sólo demolería éxitos históricos de una nación, de un bloque nacional como el que simboliza ese equipo. La secesión de una parte de España crearía terribles problemas porque posiblemente traería sangre, dolor y lágrimas». ¡Ya empieza el catastrofismo!

Y servidora se pregunta por qué la independencia de las naciones tiene que conllevar tanto sufrimiento. Lo contesta Manolo Molares do Val: «Los nacionalistas más radicales dominarían la nueva nación y reinventarían sueños, mitos y leyendas sobre un grandioso pasado imperial que hay que recuperar: nacería el culto a las guerras e invasiones». Hasta donde yo sé, a los que les encanta lo de las invasiones y los imperios es, precisamente, a los nacionalistas españoles. Ahí está la Historia.

Para tratar de probar su alocada tesis, dice el columnista que «aún sin Estado ni fuerzas armadas ya exigen anexionarse territorios vecinos -los catalanes quieren absorber Valencia y Baleares y parte de Aragón y Francia-, deseo que llevaría a sus vanguardias patrióticas a guerras y terrorismo». Y nosotras (y nosotros) reivindicamos Trucios y Trebiño. Pero no por afán imperial, sino por simple sentido común. ¿Le regalamos un mapa a Molares?

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