La Real encajó en Son Moix la tercera derrota consecutiva y si la primera ante el Real Madrid dejó un sabor positivo las de Iruñea y Mallorca resultaron muy decepcionantes y preocupantes por la actitud de los jugadores, que es algo que nunca puede faltar en un equipo de las características del blanquiazul. Los de Lasarte no reaccionaron tras la decepcionante imagen del martes, la primera parte fue casi una continuación del derbi, y despidieron la quinta jornada con los mismos puntos del equipo que ocupa la tercera plaza de descenso a Segunda.

Los blanquiazules deben reflexionar muy seriamente de lo sucedido esta semana. La Real ha encajado nueve goles en las últimas cuatro jornadas -sólo el Levante ha recibido uno más en Primera- y así no hay forma de puntuar. Porque el problema de este equipo en los dos últimos partidos no es de calidad, sino de actitud. Lasarte alineó el mismo equipo que ilusionó y fue mejor que el Real Madrid, pero jugó el mismo que dio pena en Iruñea.

Sumar cuatro puntos en los cinco primeros partidos entraba dentro de lo que se podía esperar porque el inicio era un terreno minado con tres salidas y dos partidos muy difíciles en Anoeta ante Villarreal y Real Madrid. Ante ellos y en Almería, la Real demostró que tiene calidad suficiente para competir en Primera cuando juega con intensidad, pero si ese nivel técnico aceptable no se ve acompañado de una buena actitud el blanquiazul es un equipo muy vulnerable.

Y la actitud de la Real de ayer fue incluso más decepcionante que la del martes. Ayer no cabían excusas ni se podía mirar al entrenador porque puso su once de gala. El equipo debía salir al campo al 120% para querer resarcirse de su imagen del derbi y su puesta en escena fue lamentable. En cinco minutos el Mallorca ya había enviado cuatro centros laterales al área desde ambas bandas sin que en ninguno de ellos se presionara al centrador. Y en el minuto 8 fue Martí el que superó a Rivas para enviar un nuevo balón que Cavenaghi pudo controlar con comodidad sin que ningún defensa se acercara a hacer la ayuda que necesitaba Mikel González.

La Real ha estado muy mal en defensa en los últimos partidos, sin el nivel de rigor, implicación colectiva y de concentración que exige jugar en Primera y debe corregirse rápido eso. El equipo tiene que ser sólido y agresivo, jugar mucho más junto y ofrecer más ayudas a los compañeros y más dificultades al rival. Osasuna y Mallorca han jugado con una comodidad que en Primera no se puede conceder a nadie.

En veinte minutos el Mallorca llevaba siete centros al área y tres remates a portería y los blanquiazules no cometieron su segunda falta hasta el minuto 23, cuando culminaron su primera llegada al área balear en un corner con un cabezazo de Zurutuza que Aouate despejó.

La Real se manejaba con una lentitud desesperante cuando con la juventud y el poder físico del equipo debe jugar a un ritmo muy superior. Rivas y Aranburu estuvieron muy mal en el primer tiempo y desde las bandas no se conseguía enviar un balón en condiciones a Tamudo.

El Mallorca fue muy superior a la Real y al retirarse el descanso lo mejor era el resultado, que daba opciones de remontar si Lasarte aprovechaba esos quince minutos para provocar la reacción de sus jugadores.

Dos jugadas claves

Pareció conseguirlo porque los primeros minutos de la continuación fueron los mejores de la Real y hubo dos jugadas claves. Nada más comenzar la segunda parte Rubén hizo una entrada que cuando menos merecía la segunda tarjeta y Rubinos no quiso mostrársela, aunque es verdad que hubo una falta previa de Tamudo no señalada y que la primera fue rigurosa y se la sacó porque el madrileño se equivocó al no conceder la ley de la ventaja en una contra peligrosa de la Real.

La segunda acción clave fue un remate de Griezmann con la derecha que salió fuera por poco en una de las pocas jugadas en las que Xabi Prieto acertó con el centro. Pero cuando mejor jugaba la Real el Mallorca sentenció en un corner en el que Rivas ni saltó ante Víctor y nadie estaba con Cavenaghi, que sólo tuvo que empujar el balón a portería vacía.

A partir de ese gol, Lasarte arriesgó al jugar con dos delanteros y el partido se rompió. Pero hasta en esos momentos en los que la Real atacaba con más jugadores que el Mallorca estuvo más cerca el tercer gol local en un remate de Víctor que repelió el larguero y en un disparo desde fuera del área de Castro que no ofrecía dificultades y que Bravo casi se lo traga.

En la segunda mitad se equilibró la posesión de balón que en el primer tiempo había sido de un 60% para el Mallorca y de un 40% para la Real, pero siempre se atacaba con demasiada lentitud y sin dar la sensación de poder entrar en el partido.

Y eso es lo que le ha faltado a la Real. Entrar en los dos últimos partidos. Los de Lasarte deben tener claro que cada encuentro es una final, que el objetivo de la permanencia no es nada sencillo para una decena de equipos y que habrá que salir a jugar cada partido como si de él dependiera estar en Primera. Si la Real sale al campo con la actitud mostrada en Anoeta acabará en la zona tranquila, si lo hace como en Iruñea y Mallorca bajará. Está en su mano.